Por : Gabriel Gaspar / Cientista político, ex embajador y ex subsecretario de Defensa.
No solo es un tema de construir una agenda más nacional. También se requiere, junto con fijar los objetivos que se proclaman, una renovación sustancial del equipo de Gobierno, empezando por su alto mando político, que a ratos se eclipsa y afloja rienda.
El cierre del segundo ensayo constituyente chileno demostró que un fatigado electorado chileno rechaza aprobar constituciones que no interpretan a las mayorías. El año pasado así lo hizo con el primer proyecto, fruto de una Convención dominada por una diversidad de grupos identitarios que perdieron de vista que se trataba de construir un pacto social de la nación, mismo error que en versión de derecha (y a ratos de ultraderecha) elaboró el segundo esfuerzo que fue derrotado ayer.
Con un universo sobre los 15 millones, acudieron a votar 13.008.594 ciudadanos (datos del Servicio Electoral, con el 100% escrutado), lo que representa una participación del 81% del total de inscritos, con voto obligatorio. Dato interesante es que entre ellos estaban habilitados para votar 676.028 extranjeros, que tienen la condición de residentes legales por llevar más de cinco años avecindados en Chile, casi el doble de los 378.000 habilitados para el plebiscito inaugural del 2020.
Los escrutinios dieron por ganadora a la opción “En contra”, con 6.890.826 votos (55,76%) que rechazaron la propuesta del Consejo Constitucional, dominado por una mayoría de derecha y sobre todo de ultraderecha. La opción “A favor” obtuvo 5.467.264 (44.24%).
Este resultado daña las pretensiones del candidato republicano José Antonio Kast, dado que el Partido Republicano hegemonizó la redacción de la propuesta derrotada y es más que probable que, a partir de este lunes, se abra un duro debate en la derecha.
El oficialismo, por su parte, no necesariamente podrá vestir el ropaje de la victoria. En la práctica, el triunfo del “En Contra” deja vigente la Carta Magna que el Frente Amplio y el Gobierno de Gabriel Boric calificaron como la “Constitución de los 4 generales”. Por el contrario, de haber triunfado la propuesta de la derecha, el Gobierno habría quedado noqueado por lo que resta de su mandato.
Culminado el momento constituyente, la vida cotidiana de los chilenos seguirá apremiada por el incremento de la delincuencia y la violencia, unido esto a la urgente necesidad de reactivar la economía. Al mismo tiempo, si bien el electorado chileno ha sido sumamente variable en estos años, lo cierto es que tiene una constante: buena parte de la mayoría ciudadana no se identifica con los partidos y considera que las elites viven en una burbuja ajena a los intereses de la mayoría. Peor aún, todo el proceso evidencia una polarización aguda entre las elites.
Este segundo rechazo también puede ser leído como la incapacidad de las elites políticas y culturales del país para diseñar un pacto social que involucre a la inmensa mayoría de la nación. Es un dato preocupante y que se refleja en el clima de polarización y de trincheras en el que viven el Congreso, el Gobierno y los partidos. Mientras, la mayoría de la ciudadanía vive atemorizada por la delincuencia y por la carestía de la vida y el desempleo. En Chile existen dos grietas: una entre los “políticos” y, otra, entre representantes y representados.
La jornada concluyó, conocido lo medular de su resultado electoral, con el mensaje del Presidente Boric, un mensaje convocante al diálogo y a la unidad, que de paso dio por cerrado el proceso constituyente en lo que resta de su mandato y que fue autocrítico de los dos procesos por su incapacidad para construir una propuesta que uniera a la mayoría de la nación. Resta por ver cómo el Gobierno materializa estos objetivos en el diseño de una nueva agenda, más realista y menos fundacional que la que caracterizó su primera mitad, así como observar qué caminos y políticas concretas ofrece al resto del país para avanzar en superar la polarización y poder enfrentar los desafíos de las mayorías.
Por supuesto, como para bailar un tango se requieren dos, también resta por ver cómo reaccionará el amplio abanico de las fuerzas de oposición –donde hay diversas versiones de la derecha y un número no menor de fuerzas de centro e independientes– ante esta convocatoria del Ejecutivo.
No solo es un tema de construir una agenda más nacional. También se requiere, junto con fijar los objetivos que se proclaman, una renovación sustancial del equipo de Gobierno, empezando por su alto mando político, que a ratos se eclipsa y afloja rienda. Después de casi dos años, ya no hay espacio para “aprender”: por el contrario, quienes tripulen la cúpula estatal, junto con tener el conocimiento acabado de su misión, deben jugar en equipo, espacio donde no caben las “agendas personales”.
Pero como el diablo suele meter la cola, existen otras lecturas del resultado electoral. Corresponde a quienes tienen “una escalera chiquita”, como decía Clodomiro Almeyda. No serán pocos, en todos los partidos, los que leerán el resultado de este domingo como base para las próximas candidaturas municipales y de gobiernos regionales del segundo semestre del próximo año. ¿Qué predominará en la política chilena? ¿La “escalera larga” (siguiendo a don Cloro), la que vela por los intereses de la nación, o los afanes de quienes son diestros con la “escalera chiquita”?