Hija de Regis Debray acusa a Max Marambio de quedarse “con dólares”

En su libro «Hija de Revolucionarios» la heredera del intelectual francés -controversial ícono de la izquierda latinoamericana- cuenta que alrededor de 1986 su padre la envió a Cuba con un dinero y al cuidado del ex GAP y hoy empresario. Y que él «desapareció» con la plata. «Incluso los estafadores comunistas tienen conciencia», escribió. Los cercanos a Marambio lo niegan.

Desde comienzos de año que circula en librerías de Santiago Hija de Revolucionarios (Anagrama) de Laurence Debray, hija del filósofo y periodista francés Regis Debray y de la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos. Sobre sus 284 páginas se han escrito y publicado reseñas y comentarios que recalcan que es un intento por ajustar cuentas con sus padres; ella lo ha negado. Ajuste de cuentas especialmente con él y con su etapa en que se comprometió con la Revolución Cubana, Fidel Castro y con el Che Guevara y su fatal incursión en Bolivia. Antes de quedarse por un tiempo en Chile y protagonizar junto a un recién electo Salvador Allende una entrevista casi mítica, cuya copia sigue dando vueltas (y en la que el entrevistador se definía como “un provocador profesional, compañero Presidente), Debray se unió a la aventura sudamericana del Che. La historia es conocida. Cayó preso en 1967. Los bolivianos lo condenaron a 30 años de cárcel y tal vez habría terminado en un paredón si no hubiese sido por la presión de intelectuales franceses como Jean Paul-Sartre, André Malraux y el general Charles de Gaulle, entonces presidente de ese país. Fue liberado gracias a ello y a las conexiones de su familia. Unos meses después de haber sido apresado cayó Guevara y hasta hoy pesa sobre Debray la sospecha de que pudo haberlo traicionado. “Después vinieron los años de bohemia y refugio en la escritura y, con la llegada al poder de François Miterrand (1981), los cargos públicos: él como asesor del presidente”, relata la contratapa del libro.

La duda sobre si entregó a o no al Che es una de las primeras que Laurence menciona intensamente en su texto, quejándose de que sus padres interponían un muro cada vez que les preguntaba sobre su juventud. En medio de ese ajuste de cuentas es que aparece su imputación a Joel Max Marambio Rodríguez, el ex integrante del Grupo de Amigos Personales (GAP) de Allende que pasó el 11 de septiembre de 1973 fusil en mano en la embajada cubana en Santiago, que después se radicó en La Habana gracias a su cercanía con los Castro, y que permaneció años haciendo negocios allá. Hasta que cayó en desgracia el 2010, acusado de fraudes, sobreprecios y otras figuras delictuales emparentadas con la corrupción.

En Chile se dedicó al rubro inmobiliario. Luego vino su rol de asesor en una de las fallidas campañas presidenciales de Marco Enríquez-Ominami. Y su posterior quiebre con él. Al llegar a la página 217, Laurence Debray cuenta que cuando tenía diez años, su padre le dijo que tenía que elegir dónde se iba a situar políticamente, para lo que le había preparado “con cuidado un programa a medida: pasaría el mes de julio en Cuba y el mes de agosto en Estados Unidos. Al finalizar las vacaciones nos reuniríamos para hacer balance: era conveniente que mi decisión fuera fundada”. Ahí aparece el ex GAP en el relato: “Mis padres me acompañaron al aeropuerto. Coincidieron con un viejo conocido, Max Marambio, un chileno reclutado por el régimen cubano para ejecutar todo tipo de trabajos, y a él me confiaron, con la conciencia tranquila y unos cientos de dólares que tenían que servir para mi supervivencia en el reino del habano. Estaba acostumbrada a viajar sola en avión. Aquella vez, tenía el estómago aún más encogido que de costumbre”. Y luego: “Al llegar, el amigo de mis padres desapareció con mis dólares”. Desde entonces se ha hecho millonario, cómodamente instalado en Chile, tras realizar un negocio lucrativo en Cuba. Espero que algún día sienta remordimientos y me devuelva el dinero con los intereses acumulados durante treinta años. Incluso los estafadores comunistas tienen conciencia. Sigo convencida de ello. No es fácil deshacerse de las ilusiones”.

Marambio habló con Debray cuando supo

Max Marambio, el aludido, no desea contestarle en público a Laurence ni hacer un statement con su versión de los hechos. Sabe exactamente qué se dice de él en el libro. Sus allegados explican que incluso habló con Regis Debray luego de enterarse de la acusación de su hija. Y sostienen, fuera y lejos de la grabadora, que lo que denuncia la autora “es falso”. En el círculo del empresario -donde tienen un juicio crítico de las motivaciones de la hija de Debray para escribir el texto y cuestionan su calidad literaria- argumentan y hacen ver que se trata del relato de un hecho ocurrido cuando la protagonista “tenía diez años”, por lo que ya el paso del tiempo, reiteran, lo hace dudoso. Además, agregan, en esa época era poco probable que la hubiesen enviado a Cuba con tanto dinero, y que a lo más habrían sido “unas decenas” de dólares. Moneda que, por lo demás, insisten quienes conocen la versión Marambio de la historia, tampoco era útil en La Habana. Agregan que tampoco tuvo que gastar nada, sobre todo considerando que era la hija de quién era