Por Dr. André Grimblatt H.
Hace algunos años, justo antes de que azotara al mundo la pandemia del COVID 19, Monesty Fanfil era el Embajador de la República de Haití en Chile; un país entre los más pobres del mundo, a la vez, que fue el primer territorio independiente de América que abolió la esclavitud y declaró su independencia, antes que cualquier otro territorio colonial del nuevo continente americano descubierto hacia finales del siglo XV por el genovés Cristóbal Colón por cuenta de los reyes católicos, Fernando e Isabel.
Se considera de primera importancia la representación diplomática de Haití en Chile, si se tiene en cuenta que Chile participó activamente en la MINUSTAH, la misión de paz y ayuda a Haití de la Organización de Naciones Unidas, desde junio del 2004 hasta octubre de 2017, con particular apoyo humanitario tras el terremoto haitiano de 2010, por una parte y, por otra parte, si se considera la importante comunidad haitiana que reside en Chile; superior a las 300.000 personas, regularmente instalados, de los cuales una cantidad importante de menores ya es de nacionalidad chilena, según la Constitución, en la medida en que nacieron en territorio chileno.
Muy significativa fue la gestión del Embajador Fanfil en relación con dos temas fundamentales, entre otros; el liderazgo y la cohesión de esa importante comunidad de haitianos residente en Chile tras la llegada de una densa corriente migratoria hace algunos años y la coordinación, con las autoridades de la Moneda, sobre la ayuda chilena a Haití en el marco del programa especial de las Naciones Unidas del que, además, Chile fue uno de los más importantes colaboradores.
Tras un par de años de misión en Chile luego de haber ocupado la jefatura de la delegación diplomática en Bruselas, capital de la Unión Europea, el Doctor en Derecho de la Universidad Pantheon-Sorbonne de París, embajador de su nación en Chile, descubrió, tras una investigación secreta, ordenada por él mismo, el funcionamiento de una red de corrupción en el interior de las oficinas del consulado haitiano.
Un grupo de funcionarios corruptos exigía a los solicitantes de documentos, el pago de regalías pecuniarias para apurar la entrega de los papeles de antecedentes que exigía la Policía de Investigaciones chilena para dar curso y responder a las solicitudes de residencia en Chile, que presentó una cantidad superior a 250.000 ciudadanos de la República de Haití, candidatos a la residencia en Chile.
Decidido a terminar con esta red de corrupción, el Dr. Fanfil tomó las medidas que se imponía para erradicar del Consulado esta práctica dolosa y exigir que se cumpliera cabalmente con las responsabilidades consulares, lo que le valió varios enemigos en el interior de las oficinas administrativas de la representación diplomática.
Sin duda, causó un enorme daño a la mencionada red de corrupción y al cabo de unas semanas, se urdió contra él un plan que fue, simplemente, macabro. La persona encargada del aseo de la embajada y de la residencia; una ciudadana haitiana residente en Chile, Mickel Ange Joseph; lo acusó públicamente, en la prensa chilena y haitiana, de violación; acusación que el Dr. Fanfil rechazó públicamente. Sin embargo, dicha falsa acusación hizo que las autoridades del gobierno del extinto presidente Jouvenel Moise, lo alejaran de su cargo de Embajador, por lo que tuvo que retornar a su domicilio habitual situado en las cercanías de París, en Francia.
Desde Francia, por intermedio del abogado, José Hinzpeter, el exembajador puso una querella penal contra Mickel Ange Joseph, quien, tras haber sido imputada por injurias y calumnias, se fugó del país por una vía irregular, saliendo de Chile por algún lugar que no era un paso fronterizo habitual, en la medida en que, según los archivos de la PDI, seguiría residiendo en Chile y habría respetado plenamente la orden de arraigo que determinó el juez de la causa, en el momento de la imputación.
Tras dicha actitud, que viola fehacientemente la ley del país que la acogió; con el patrocinio del abogado especialista, Cristián Guzmán, el juez del segundo Juzgado de Garantía de Santiago a cargo del caso constató la fuga de la acusada y decretó un mandato de detención internacional, que se incluye al término de esta columna, contra la imputada, encomendando a Interpol su detención en cualquier lugar del mundo y la pronta presentación de la prófuga ante el tribunal de Santiago.
De esta manera, se comienza a hacer justicia.
Tras una compleja investigación, se logró determinar que la imputada reside en el Estado de Florida y se ha logrado tener acceso a la dirección exacta de su morada en Estados Unidos.
Pronto será detenida y traída ante el magistrado para que responda sobre sus difamaciones que costaron el puesto al embajador que buscó terminar con la corrupción en su misión diplomática y por fuga y abandono ilegal del territorio chileno.
No siempre es fácil luchar contra la corrupción, ya sea en Haití, en Chile y, en efecto, en todos los países, pero esta vez, el honor y el deber han ganado una batalla. El embajador Fanfil hizo lo correcto, cuando decidió desmantelar la red de corrupción, cuyo origen se desconoce y que tanto costase a miles de migrantes haitianos que necesitaban documentos para obtener su residencia en Chile.
Hoy, la acusada, participante en esa red de corrupción y que, por medio de la calumnia y la difamación, obtuvo el objetivo que le habían fijado, es decir, el traslado del embajador a otro país, se encuentra prófuga de la justicia internacional y, tarde o temprana, será presentada ante el juez que chileno que lleva la causa para responder por sus actos y pagar su delito.