La elección del presidente más joven en la historia de Chile ha sorprendido por la seriedad con que asume sus nuevas responsabilidades, su espíritu republicano y compromiso en defensa de los derechos humanos, lo que se manifestó claramente cuando el partido comunista, uno de sus aliados, saluda a Daniel Ortega por su triunfo electoral en Nicaragua, elecciones que en gran parte del mundo fueron denunciadas como fraudulentas, con los candidatos opositores presos y el mismo Ortega acusado por crímenes de lesa humanidad. Boric, sin temor al efecto electoral negativo pues se encontraban en plena campaña del balotaje, se desmarca del PC, calificando a los regímenes de Nicaragua, Cuba, China, Venezuela y otros de dictaduras que violaban los derechos humanos, cuestión que, después de una verdadera campaña del terror impulsada por la extrema derecha que presentaba al chileno como un segundo Maduro, atrajo la simpatía de gobernantes y gobernados del mundo que, entonces, se enteran que Boric se declara partidario del socialismo democrático y que rechaza cualquier forma de dictadura. No es menor que la nueva generación, como las diputadas Cariola y Vallejos, se desmarcan de la postura oficial de su partido y apoyaran en su postura a Gabriel Boric.
Analistas afirman que el problema a futuro del joven gobernante es, precisamente, la influencia que puedan tener en su gobierno quienes firman declaraciones de apoyo a Ortega, Maduro y otros, pero que, después del categórico triunfo en segunda vuelta, guardan silencio, trabajando en las sombras para el reconocimiento de quienes, en distintos lugares del planeta, se encuentran enjuiciados por violar los derechos humanos. Las declaraciones del presidente Boric condenando el atropello a los DDHH y su rechazo a los países (o dictaduras) con partido único, define al nuevo gobierno, como también su compromiso de respetar como política de estado las relaciones internacionales, donde solo se reconoce como tales a países con reconocimiento de Naciones Unidas, cuestión que parece no preocupar a quienes sirven otros intereses y no les importa que, con su actuar, defendiendo dictaduras y a quienes violan los derechos humanos, dañan la imagen del presidente electo, al que consideran un despreciable social demócrata.
El año 1968, cuando la Unión soviética invade Checoslovaquia, el Dr. Salvador Allende, otro social demócrata, desde el senado de Chile e ignorando si con ello el partido comunista le retiraba su apoyo en la campaña presidencial de 1970, condenó la invasión comunista en ese país, donde se aplasto con tanques la esperanza de construir un socialismo democrático que encabezaba el partido comunista checo. El PC de Chile, entonces y tal como hizo ahora con Ortega, apoyó la invasión donde los muertos no eran fascistas o agentes de la CIA, sino hombres y mujeres que soñaban un socialismo en democracia. La historia demostró que la actitud de principios del presidente Allende era la correcta. 52 años después, confiamos que el presidente Boric y sus cercanos, aprendiendo las lecciones de la historia, sabrán ser coherentes y consecuentes con lo que se dice, el límite de lo que se acepta y claramente lo que se hace.