Juan C. Moraga D.
Derechos Humanos Sin Fronteras.
La experiencia nos demuestra que la imagen de quienes dicen defender los derechos humanos se encuentra en franco descenso, no tan solo por la falta de rigurosidad e imparcialidad en los informes, sino también por el quehacer concreto de sus representantes, como es el caso de Amnesti y HRW que, claramente, sus opiniones tienen más que ver con asuntos de política interna de los países que de una defensa concreta de estos derechos. Sobre esto hay multiples.
Hace unos días en radio Universidad de Chile la destacada abogada colombiana de los DDHH, Erika Botero manifestaba que “las grandes instituciones defensoras de estos derechos, progresivamente han caído en desprestigio y se hace necesario reemplazarlas y el surgimiento de nuevas expresiones a nivel internacional para defender los derechos humanos”.
Lo ocurrido recientemente en España, donde las autoridades políticas y judiciales de ese país han dejado libre a un dirigente del frente Polisario, violador de los derechos humanos y contra el cual existían acusaciones concretas, testigos que esperaban enfrentarlo en tribunales y una organización saharaui de los DDHH que presentó denuncias y cargos en tribunales, frente a lo cual tanto Amnesti como HRW no cumplieron cabalmente su rol y tampoco se hicieron parte en estas denuncias, confirma lo dicho por Erika botero “son organismos funcionales a intereses distintos a los DDHH y eso debe ser corregido”.
Felizmente quienes toman conciencia del poco objetivo funcionamiento de estas instituciones comienzan a ser escuchados por autoridades que, por sobre lo que pueda involucrarlos, asumen que hoy, más que ayer, la defensa de los derechos humanos debe ser imparcial y por ningún motivo sus conclusiones o informes, estar sujetos a los designios de quienes financian sus actividades, sino ajustarse a la carta de Naciones Unidas que en 1948 determina sus funciones y objeto.
La nueva administración norteamericana y especialmente el equipo de la vice presidenta Kamala Harris ha tomado nota de esta situación y, por primera vez en muchos años, se muestran dispuestos a escuchar voces distintas en el tema de los derechos humanos, lo que es muy alentador.
Lo sorprendente es que en esta nueva ola que recorre el mundo de los derechos humanos quienes los violan también se movilizan, se visten de víctimas y se las arreglan para estar presentes en este nuevo escenario, como es el caso del frente Polisario, donde más de 24 de sus dirigentes, encabezados por Brahim Ghali, se encuentran procesados por crímenes de lesa humanidad, delitos comunes como robo de ayuda humanitaria, familiares de presos políticos durante años sin proceso en Argelia, además de mujeres que denuncian violaciones, cuestión que debiera motivar a las organizaciones feministas que, como HRW y Amnesti, guardan un extraño silencio frente a lo ocurrido en España y los crímenes del Polisario.
Esta semana, en Washington y Nueva York, se desarrollan conversaciones que apuntan a la creación de nuevos y distintos organismos defensores de los DDHH donde, con sorpresa y a última hora, nos enteramos que también llegan los amigos del Polisario, el mismo grupo acusado de violar estos derechos y por lo cual se encuentran procesados sus dirigentes.
Hemos sido claros en decir que por la defensa de los derechos humanos estamos dispuestos a reunirnos con quien sea necesario e incluso aceptar descalificaciones y ataques de sectores interesados, pero lo que no podemos tolerar es que, en representación de organizaciones insignificantes y creadas para encubrir los delitos del Polisario, se les acepte en lugares donde de lo que se trata es, precisamente, de crear mecanismos que defiendan los DDHH bajo cualquier circunstancia o lugar, se escucha a todas las partes y sus representantes no se encuentran bajo la sombra de encubrir delitos o crímenes de lesa humanidad.
Esperamos que la nueva administración norteamericana respete los acuerdos y políticas de estado tomados con anterioridad, donde el nuevo aire que entrega la vice presidenta Kamala Harris en el plano de los derechos humanos nos permite ser optimistas, escenario donde solo el tiempo dirá la última palabra.