Por: Jorge Tapia Vidal
Curioso resulta – por decir lo menos – la forma que a veces los comunicadores sociales, sean de radio, televisión, diarios o redes sociales, la manera de informar sobre el acontecer diario nacional a raíz de la pandemia global.
Se puede concluir que una premisa habitual, permanente y reiterada es hacer dudar. ¡DUDAR!
Dudar de todo lo informado. Y a partir de esa duda generar angustias, miedos, desconcierto y caos en sus receptores.
Se duda de las cifras, datos, curvas de contagio, cantidad de fallecidos; lugares, datos del deceso y origen. De la comprobación de los datos y las opiniones. De los métodos sanitarios aplicados, de los trabajadores de la salud y sus competencias, de la oportunidad de la ayuda y la tecnología utilizada, el momento y las consecuencias. Se duda de todo. Camas disponibles, respiradores, reacciones de urgencia, curvas de contagio o
No es aceptable que la prensa entre en este juego. Porque desinforma y levanta más dudas. Y el público se desconcierta, se abruma – se llena de brumas, oscuridad y crisis- y no ayuda en nada.
No saben quizás la diferencia entre amenaza, riesgo y peligro frente a la vulnerabilidad del televidente o auditor frente a su información. Meten todo en el mismo caldo y revuelven a ver si salen chispas.
Los televidentes al conocer las noticias se quedan con la sensación que no existe transparencia, lucidez y coordinación de las informaciones, sea quien sea las entregue.
Y se desata una lucha diaria en los puntos de prensa por ocupar el mejor lugar con sus preguntas, y así llenar titulares posteriores.
Frases como: “Sí, pero podría aclarar…” “¿Son confiables sus fuentes?”; “Se sabe en redes sociales que ese dato no es real…”, – ¡como si las RRSS fueran más confiables! O para poner la cereza en la torta: “Para que la gente entienda…” ¡Como si el entrevistado hablara en arameo o etrusco o el televidente fuera estúpido!
La consiga es que todo se haga confuso y resaltar la duda permanente. “Sí, pero…”; “No obstante…”; “Aunque…” “A pesar de…”. Muletillas, fraseos burdos o manejos verbales zigzagueantes para desconcertar.
Un lastimoso papelón de algunos comunicadores que debe soportarse en cada noticiero. Pero la razón no está en ellos por propia voluntad. Está en sus jefes, editores,- políticas de editorial – los que piden respuestas en sus preguntas inducidas esperando el traspié o equivocación.
Es frecuente, en programas en vivo, ver a entrevistador en el set y el invitado en su casa o lugar de trabajo, tratando de dar las mejores respuestas. ¡Insólito y desatinado! Mientras le responde la pregunta, el periodista – en cámara y sin ningún pudor – chatea o whatsapea con el nulo interés al tema y la respuesta. Falta de respeto a todos.
Esta crisis ha dado para todos los errores de comunicación y ética profesional. Nada se escapa a la tozudez de algunos por el descarado exceso de protagonismo en cámara. Esta lucha por ser “viral en las redes sociales” es sangrienta y absurda, pero está en pantallas.
Y el resultado es la desinformación que no suma en nada, resta.