SUBE A NACER CONMIGO HERMANO
Dr. André Grimblatt Hinzpeter / Scanner Internacional / DHSF.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Pablo Neruda
Ya no cabe duda. Una vez más América latina se ha levantado, con muchas voces, a menudo divergentes, distintas, matizadas con colores parecidos, pero diferentes, con gestos concéntricos pero disímiles; con colores que a veces combinan y a veces no; con un discurso nuevo, no siempre coherente, pero portador de toda la esperanza, de toda la sed, de toda el ansia, de toda la historia y de todas las manos, todas.
La elección de Alberto Fernández en Argentina, país miembro del G-20 al igual que México, que llevó a la presidencia a Andrés Manuel Lopez Obrador; son sucedidas por la elección presidencial peruana, cuyo ganador es el líder sindicalista Pedro Castillo y chilena cuyo ganador resultó ser el líder estudiantil Gabriel Boric, quien juntó una coalición con el denominado Frente Amplio junto al Partido Comunista de Chile a la que se acercaron, entre las dos vueltas de la elección presidencial, los partidos de la centroizquierda.
A estas elecciones más bien recientes, se suman los casos, más lejanos en el tiempo, de Bolivia, presidido por Luis Alberto Arce, quien fuera uno de los principales colaboradores de Evo Morales; Nicolas Maduro, heredero de Hugo Chávez; Daniel Ortega, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional y presidente de Nicaragua y Miguel Díaz Canel, sucesor de los hermanos Castro en Cuba.
A este fuerte bloque heterogéneo, de distintas izquierdas, se suma con fuerza el caso de la elección colombiana en donde el líder, ex guerrillero del M-19, Gustavo Petro, asumirá como primer presidente de izquierda en la república fundada por Simón Bolívar.
Gustavo Petro fue un guerrillero del Movimiento de extrema izquierda M-19, el que, tras el acuerdo de alternancia firmado por los partidos liberal y conservador de Colombia, a mediados del siglo pasado, optó por la lucha armada en la medida en que dicho acuerdo cerró para siempre el posible acceso al poder de alguna corriente política que no sea liberal ni conservadora.
Gustavo Petro es un economista de 62 años miembro del Senado colombiano desde 2018 de la bancada del Polo Democrático Alternativo; líder del partido Colombia Humana. Fue alcalde de Bogotá entre 2012 y 2015 y, tras ser destituido, ganó un juicio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el gobierno de Colombia que lo destituyó.
En los últimos días resultó vencedor de la contienda presidencial por el partido Pacto Histórico que agrupó a todas las fuerzas de la izquierda democrática colombiana, transformándose en el primer candidato de izquierda que obtiene el primer lugar en escrutinios presidenciales.
Por otra parte, es prudente considerar que las posibilidades estadísticas son muy marcadas en el sentido de que el próximo presidente de Brasil debiera ser el líder del Partido de los Trabajadores Ignacio Lula da Silva, quien ya dirigiera hace algunos años los destinos del país más grande de la América Latina y que terminó siendo derrocado por medio de acusaciones de corrupción que finalmente la Corte brasileña consideró como infundadas, declarándolo inocente tras haber pasado algunos años en la cárcel.
Es claro que América Latina ha optado en los últimos años por las opciones de la izquierda; a tal punto que la iniciativa de Sebastián Piñera, cuando fue presidente de Chile, de crear UNASUR o la asociación de mandatarios de derecha de Sudamérica, que se otorgó la misión de derrocar a Nicolás Maduro a partir de un operativo en la ciudad colombiana de Cúcuta que se saldó por un absoluto bochorno, está a punto de quedar sin miembros, con la debida excepción de Uruguay y Paraguay.
Sin embargo, este auge de las opciones de izquierda en América latina presenta varias novedades que llaman la atención del observador y del analista. No se trata de la izquierda partidaria tradicional del continente surgida tras la Internacional Socialista y la Revolución rusa de octubre. En efecto la izquierda tradicional del continente se caracterizó por un efecto repetitivo de las ideologías sociales de Europa occidental como el Frente Popular Francés, el Compromiso Histórico italiano y la Social Democracia Alemania junto a las revoluciones leninistas de los países situados tras la cortina de hierro.
Esas corrientes de la izquierda tradicional latinoamericana, junto a intentos guerrilleros como los del Che Guevara en Bolivia, los Tupamaros en Uruguay, el MIR en Chile, el M-19 en Colombia, el Frente Farabundo Martí en El Salvador o las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional en Venezuela; culminaron en un importante aislamiento de los pueblos que decían defender y el fracaso tanto militar como político que, entre otras cosas produjeron las sangrientas dictaduras militares que caracterizaron las últimas décadas del siglo pasado en el continente, con flagrante participación protagónica de Estados Unidos.
Esta nueva izquierda que está conquistando el continente, tras el fracaso de la anterior y las dictaduras militares que diezmaron cada uno de los países de la zona; es, según todas las evidencias, diferente.
Se trata de una nueva izquierda latinoamericana, bastión de una nueva generación nacida tras la caída de las dictaduras y que presenta certeras diferencias con la izquierda tradicional.
En primer lugar, se trata de una izquierda democrática que llegó, en general al poder por la vía electoral, sea esta legítima o no. Se trata de una izquierda verde que se identifica con la lucha por un medioambiente libre de contaminantes y de partículas que están provocando el calentamiento global. Se trata de una izquierda que reconoce los derechos vernaculares de los pueblos originarios y que se identifica con políticas de autonomía de los territorios en donde viven esas familias de pueblos originarios de cada país del continente.
Pero, sobre todo, se trata de una izquierda plenamente identificada con los Derechos Humanos y comprometida en el combate por el respeto absoluto de esa Resolución de las Naciones Unidas.
Esto último ha producido un importante apoyo a los citados mandatarios de esta nueva izquierda por parte de todos los organismos de Derechos Humanos del mundo y de una cantidad no menos importante del mundo asociativo internacional, cuyos ideales se encuentran, por primera vez, en los programas de gobierno de cada uno de esos líderes que, de manera inesperada, han obtenido inesperados triunfos en las elecciones presidenciales de sus respectivos países.