Los marroquíes (y con ellos todos los musulmanes) consideran la caída de Granada el 2 de enero de 1492, a manos de las fuerzas conjuntas de los reinos de Castilla y Aragón, como el fin de una presencia que duró ocho siglos, que se caracterizó por brillantes periodos de civilización y progreso, mientras que los españoles lo interpretan como la máxima victoria después de siglos de intentos para recuperar Al-Ándalus y devolverla a la Iglesia católica liberándola así del agarre de los “moros” de ética e intenciones dudosas.
Por otro lado, los marroquíes ven la Inquisición contra los musulmanes y los judíos en el siglo XVI (que comenzó específicamente y de manera oficial en 1478 y no terminó hasta 1834) como un loco deseo de venganza, limpieza étnica y un intento de borrar las huellas de los musulmanes en España. Los españoles, por su parte, la ven como una representación de una especie de fervor religioso y extremismo dirigidos a todo aquel que la Iglesia lo consideraba herejía y nunca fue destinado solo a musulmanes y judíos.
Tres siglos después, España lanzó una guerra contra la ciudad de Tetuán en 1860, que según los españoles era un intento de disuadir los ataques de las fuerzas marroquíes contra las ciudades de Ceuta y Melilla, mientras que estos últimos la vieron como una continuación en la línea de los intereses coloniales españoles, que alcanzó su clímax cuando España ocupó el Sahara marroquí en 1888 y todo el norte de Marruecos (excepto Tánger) en 1912.
La guerra del Rif tampoco estuvo exenta de lecturas contradictorias en ambos lados: los marroquíes la ven como una epopeya de la lucha anticolonial, mientras que los españoles la interpretan como un levantamiento canalla de los bereberes que viven en las montañas y se comportan de manera brutal (ver Hassan Haddad, «Amor en el Rif» o la batalla de «Annual», vistos por cinematográficos españoles).”, Al-Amq Al-Maghribi, 13 de mayo de 2021).
El ascenso y la victoria de Franco contra los republicanos en la Guerra Civil española (1936-1939) tampoco fueron excluidos de las interpretaciones que se agregan a los prejuicios sobre el otro. Los españoles consideran la participación de voluntarios marroquíes reclutados por el general Franco en las regiones del norte de Marruecos como un intento marroquí de acabar con la democracia emergente en España. Mientras que los marroquíes afirman que su país, en aquel entonces era una colonia francesa y española, el papel del rey (y su representante en el área bajo dominio español) era ficticio y tampoco era completamente capaz de controlar el reclutamiento de Franco en el norte ni el de Francia en las regiones centrales durante la Segunda Guerra Mundial y las Guerras de Indochina.
La situación se agravó con la Marcha Verde de 1975 considerada por los españoles como una humillación a su país, en un momento crítico cuando Franco agonizaba y los signos de un vacío constitucional comenzaban a asomar en el horizonte. De lo contrario los marroquíes lo ven como una interacción con la decisión de la Corte Internacional de Justicia emitida el 16 de octubre de 1975, la cual declara que el Sahara marroquí no era una «tierra vacía» cuando la colonizaron los españoles en 1888 y que había lazos de juramento de lealtad entre las tribus saharianas y los reyes marroquíes a lo largo de los siglos.
Según el punto de vista de los españoles, la Marcha Verde, la restauración del Sahara, los acontecimientos de la Isla de Laila (2002), la promulgación de una ley por parte de Marruecos definiendo sus aguas territoriales en 2019, y su decisión de poner fin a las actividades de contrabando de mercancías desde Ceuta y Melilla, cerrando las fronteras con las ciudades ocupadas, la crisis que se produjo tras permitir a Ibrahim Ghali (que lidera el movimiento separatista por el Sahara) entrar a España con una identidad falsa, y a continuación los intentos de emigración masiva a Ceuta en mayo de 2021, además de la presencia cada vez mayor de marroquíes en España. Todos estos hechos y acontecimientos son, desde el punto de vista de los españoles, nada más que un cuidadoso proceso de implementación de un plan expansionista a largo plazo destinado a reconstruir el gran Magreb que se extiende desde Mauritania en el sur hasta Al-Ándalus en el norte pasando por el Sahara marroquí y el desierto oriental al oeste de Argelia.
El repudio de España a sus compromisos en relación con el Acuerdo Tripartito de Madrid (14 noviembre 1975, a través del cual Marruecos recuperó su soberanía sobre el Sahara), su insistencia en ignorar que el Sahara es una cuestión de vida o muerte para los marroquíes, además de su apoyo popular, partidista y mediático al Polisario, y su ralentización en abrir un debate sobre Ceuta, Melilla y las islas Canarias, considerando las laxitudes inmigratorias irregulares como un chantaje ejercido por Marruecos contra España, su preocupación por la delimitación de las fronteras marítimas marroquíes, su visión escéptica acerca de los esfuerzos de Marruecos por modernizar su arsenal defensivo para hacer frente al acoso de Argelia, y su creencia de que todo peligro y maldad proviene de su vecino del sur. Todo lo mencionado es considerado por Marruecos como un intento constante de España para debilitarlo, limitar su papel y frenar sus conocimientos para lograr sus objetivos geoestratégicos y vitales en el norte, oeste y sur.
Todo esto hace que las relaciones entre Marruecos y España estén dominadas por interpretaciones conflictivas y contradictorias. Cada uno tiene su propia versión y narración, que son contenciosas, porque los prejuicios y las opiniones fijas sobre el otro están arraigadas en ambos lados desde la Edad Media. La paradoja consiste en que las relaciones comerciales y económicas se han desarrollado mucho, así como las relaciones sociales y culturales entre ambos pueblos que son muy profundas. No obstante, el diálogo político sigue siendo estéril y dominado por una visión estrecha de intereses y cálculos tácticos, ya sean internos o externos.
Por ello, debemos trabajar sobre una relectura de la historia común, una lectura objetiva y académica alejada de los prejuicios y el juzgamiento de las intenciones. Esto requiere la intervención de historiadores expertos y objetivos para fijar los mecanismos de comprensión del significado de la reconquista cristiana de España, el proceso de la expulsión, el papel de la Inquisición, y una comprensión crítica al pasado colonizador español y su relación con la Guerra del Rif y sus tragedias, la cuestión del Sahara, Ceuta y Melilla, además de arrojar luz sobre el papel de Marruecos y los marroquíes en la Guerra Civil española, así como la realización de una relectura crítica al período de salida de España del norte de Marruecos, Tarfaya, Sidi Ifni, y luego del Sahara y su relación con el fin del régimen franquista para averiguar hasta qué punto es cierta la supuesta explotación marroquí de la enfermedad de Franco para imponer un hecho consumado a España.
Releer la historia no significa determinar quién estaba equivocado y quién tenía razón, sino sirve para establecer mecanismos para una comprensión común de hechos reales cuya ocurrencia está documentada a través de una escritura histórica cuidadosa y abstracta. Esta lectura propuesta no tiene por objeto guardar silencio sobre las tragedias del pasado, ni encontrar excusas o justificaciones respecto a ellas. Lo que importa es explorar las profundidades de la historia para reconciliarla con sus tragedias, dolores y trágicos acontecimientos, y sentar las bases de un complejo y crítico trato (en el sentido filosófico de Edgar Morin y Daniel Innerarity) con sus restos y efectos.
Las dos partes deben emprender un desmantelamiento filosófico, histórico y conceptual de prejuicios, visiones persistentes, plantillas lingüísticas y protocolos retóricos para cada parte sobre la otra con el fin de crear un espacio para un debate crítico sobre lo común, sobre el pasado con sus tragedias, el presente con sus desafíos y el futuro con sus esperanzas y promesas.