Por Dr. André Grimblatt H.
Venezuela es, sin duda, uno de los países más importantes y más ricos de nuestra América del Sur y es, además el suelo del principal prócer de la Independencia de los países de América del Sur; Simón Bolívar.
Simón Bolívar fue el prócer de la Independencia de gran parte de los países sudamericanos, entre los que destaca Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Panamá. Para Bolívar, Hispanoamérica era su patria y su ideal fue siempre una América española unida, que lo llevó a crear la Confederación de los Andes cuyo objetivo era unir Colombia, Venezuela, Panamá; que en ese momento era la Gran Colombia; junto a Perú y Bolivia. Para esto, promovió una red de tratados que mantenían unidos a los países sudamericanos recién liberados.
En 1826 convocó al Congreso de Panamá, cuyo objetivo era crear los Estados Unidos de Sudamérica, a la imagen de los Estados Unidos de Norteamérica. Según muchos, esta nueva gran nación sudamericana hubiera sido un verdadero baluarte para construir un continente fuera del dominio, pero no contra, de Estados Unidos, que ya comenzaba su hegemonía en la región. El Congreso de Panamá contó con el apoyo de todos los próceres de la independencia de las jóvenes naciones; pero con una férrea oposición de Estados Unidos, junto a sus aliados Argentina y Chile. Estos dos últimos países ya habían enviado al exilio a sus Libertadores, José de San Martín, a Francia y Bernardo O’Higgins a Perú, donde terminaron sus vidas en la pobreza y el total abandono de los países que habían liberado de la monarquía imperial de España. Así nació y murió en un par de semanas el sueño Bolivariano de los Estados Unidos de Sudamérica.
El 20 de enero de 1830 Bolívar pronunció su discurso final a la nación, anunciando que renunciaría a la presidencia. En su discurso, un Bolívar angustiado instó al pueblo a mantener la unión y a tener cuidado con las intenciones de quienes abogaban por la separación de las naciones liberadas. Terminó planteando que «todos los que sirvieron a la independencia han arado el mar». El 27 de abril Bolívar renunció a la presidencia con la intención de abandonar el país para exiliarse en Europa; pero murió antes de zarpar de Cartagena.
Acto seguido, Colombia, Panamá y Venezuela que eran un solo país, se dividieron en los tres países que conocemos hoy e ingresaron en un período de constantes guerras civiles entre liberales y conservadores, que cesaron a mediados del siglo XX, tras acuerdos de ambos grupos frente a la amenaza de nuevos partidos de centro que comenzaban a captar el interés de los electores.
Panamá se transformó en un centro bancario, de mercados libres de impuestos, de casinos y de prostitución a la imagen de la estrategia estadounidense para los países de América Central. Colombia en un país de narcotráfico, de mafias financieras y grupos armados cuya finalidad, escondida bajo el alero de ideologías extremas, no tenía otra función que la de proteger a los carteles de la droga y Venezuela, encontró petróleo, lo que le dio una importante posibilidad de desarrollarse. Sin embargo, no fue así.
Que la democracia murió en Venezuela, no hay duda. Pero mientras muchos plantean que murió tras la elección presidencial que llevó a Chávez al Palacio de Miraflores, la realidad es que la democracia venezolana murió el 31 de octubre de 1958, si es que, en realidad, algún día naciera. Ese día los principales partidos políticos de Venezuela, AD, COPEI y URD, con el objeto de terminar con los enfrentamientos armados entre liberales y conservadores que se prolongaban por más de un siglo, firmaron el Pacto de Puntofijo, nombre de la Residencia de Rafael Caldera.
El pacto firmado por los tres grandes partidos venezolanos, opositores entre sí, contemplaba que gobernarían alternativa y sucesivamente dejando que cada uno de sus candidatos ganara las elecciones presidenciales, según el partido al que le correspondía ganar. En 1962 URD se retiró del pacto por diferencias con sus aliados en relación con la posición que debía tomar el país ante la llegada de Fidel Castro al gobierno de Cuba. En ese mismo período se produjo la creación de grupos armados castristas que, sin haber puesto en peligro la institucionalidad del país, lograron producir serias bajas en el ejército venezolano y un nuevo estado de violencia y de delincuencia que nunca fue resuelto.
La democracia venezolana, no murió, si alguna vez naciera, con la llegada de Chavez a la presidencia, por la vía electoral en 1998, sino que el 31 de octubre de 1958 cuando se firmó, entonces, ese acuerdo que terminaba con la decisión ciudadana del gobernante, sino que indicaba que un mandato presidencial era de AD, el siguiente de COPEI y así sucesivamente hasta que el 6 de diciembre de ese año, el candidato que debía ganar según el Pacto de Puntofijo, Henrique Salas, perdió contra toda previsión y encuestas, dejando la presidencia a Hugo Chávez. En 1958 murió la democracia venezolana, en la medida en que todo acuerdo entre los partidos políticos para que gane las elecciones un candidato predeterminado es una chacota que se aleja mucho de la democracia. El gran crecimiento económico de las épocas del Pacto de Puntofijo, producto de las exportaciones del petróleo bajo la acción de compañías privadas de Estados Unidos y de Europa, no produjo avances en la lucha contra la miseria. Me tocó viajar a Venezuela varias veces entre 1985 y 1990. Los caseríos miserables que vi en Maiquetía y en La Guaira me dejaron realmente perplejo sobre lo que el modelo venezolano significaba. Se había producido un país muy rico, el más rico del continente con una tasa de miseria, de analfabetismo y de delincuencia entre los más alarmantes del mundo.
Chávez y Maduro llegaron al Palacio de Miraflores por medio de elecciones libres y reconocidas por todos los países del mundo. El populismo desarrollado por ambos, junto a un pésimo manejo de las empresas petroleras nacionalizadas, llevaron al país a una seria crisis económica que finalmente llevó a los habitantes a una calidad de vida bien peor de aquella que quisieron cambiar cuando votaron contra el Pacto de Puntofijo.
Sin embargo, ambos cumplieron con los compromisos electorales con elecciones controladas por “veedores” internacionales que siempre avalaron el resultado, hasta que en 2015 el Partido bolivariano de Chávez y Maduro, perdió las elecciones parlamentarias.
Esto marcó el comienzo de una crisis política grave, la que además comenzó a formar parte de un conflicto global, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, en la que, hasta hoy, Europa no ha podido definirse, manteniéndose en una neutralidad que la llevó a quedar fuera del conflicto.
Venezuela es hoy el escenario de un conflicto global que ha terminado con todo. Ya no hay extracción de petróleo, ya no hay electricidad, ya no hay gas, ya no hay alimentos y ya no hay medicamentos. Una tragedia en uno de los países más ricos del mundo.
Maduro se negaba a convocar a elecciones parlamentarias, aunque ahora si lo hizo y estas tendrán lugar el próximo 6 de diciembre con participación de veedores internacionales. El presidente del senado Juan Guaidó se autoproclamó Presidente Encargado del País, lo que en cualquier país más o menos normal, autoproclamarse presidente es un delito de extrema gravedad y con el apoyo de Estados Unidos, Chile y Brasil, opera de la manera más real-maravillosa posible. por lograr un golpe de Estado que no ha tenido lugar y sigue cometiendo su grave delito en total impunidad.
Venezuela resulta ser un país condenado por su historia a la mayor tragedia surrealista o real-maravillosa que se haya visto en estas comarcas. Producto de décadas de corrupción de contubernios, de miseria, de injusticias con mayúsculas que desembocaron en el chavismo.
Hay violaciones de los derechos humanos y algunas graves, hay corrupción, hay miseria, hay hambre, hay tremendas dificultades; pero ellas existen para la mayoría de los venezolanos desde tiempos muy remotos, sin haber podido ser resueltas por los gobiernos sucesivos de AD y COPEI y menos después por el chavismo. Todo lo anterior, terriblemente agravado por la guerra económica entre Estados Unidos y China que mantiene a Venezuela enjaulado y encerrado dentro de sus propias fronteras, incapaz de optar por mejoras que le permitan pensar en emprender un camino que los lleve hacia la democracia, la libertad, la prosperidad y la justicia.
Creemos firmemente que las elecciones de diciembre son un hito que el país entero debe respetar. Es necesario para eso que la oposición acepte medirse con el gobierno en comicios electorales justos y controlados por veedores extranjeros que certifiquen la corrección. Muchos opositores como Enrique Capriles han aceptado este desafío. Sólo falta que Juan Guaidó acepte someterse a la voluntad de los electores y… que gane el mejor. Y, sobre todo, que gane Venezuela.