Por: Marco Henríquez – Ominami.
Amigas y amigos:
Les escribo con sentido de urgencia. Se acerca a pasos agigantados un momento histórico para nuestra patria y a nosotras y nosotros, progresistas que siempre hemos bregado por la necesidad de un Nueva Constitución, nos encuentra peligrosamente separados. Si bien, estoy retirado de la política contingente, no deja de preocuparme el desencuentro de las fuerzas progresistas en un momento tan relevante como el actual.
La valiente y hermosa irrupción de nuestra gente el 18 de octubre, ha permitido la posibilidad de avanzar hacia una Nueva Constitución escrita por todas y todos. Por primera vez en nuestra historia seremos convocados de forma democrática a debatir, acordar, escribir y votar una Constitución. Una Constitución para las décadas que vienen, para el Chile más justo que soñamos. El desafío que tenemos por delante es inmenso, pero nuestras diferencias sobre las formas de enfrentar este proceso abierto por nuestro pueblo nos han llevado a un punto preocupante de división. Indiscutiblemente las ideas progresistas, las del cambio, la de políticas públicas que aseguren derechos, las de la sustentabilidad, las de la democracia, inclusión e igualdad, son mayoría en nuestro país. Pero nuestra división ha permitido que los sectores conservadores, reaccionarios a todo cambio, estén hegemonizando el debate. No cabe duda de que la firma del “Acuerdo por la Paz” es parte de la controversia, y que algunos creemos que se debieron hacer las cosas de otra manera. Pero algo nos une después de todo y es que firmantes y no firmantes del “Acuerdo” APROBAMOS la necesidad de una Nueva Constitución escrita por un espacio 100% electo por la gente.
Por su parte, la derecha, desvestida de su traje de liberalismo demócrata, nos muestra de nuevo, ahora sin antifaz, su rostro cavernario. Tienen el dinero, la impunidad, los medios de comunicación, las instituciones y hasta el cruel árbitro de todo el proceso juega para ellos: Sebastián Piñera. Nosotros contra ellos tenemos, solamente, nuestra unidad. Esa es la fuerza.
Por eso he querido escribirles, e invitarlos (e invitarnos) a dejar de lado nuestras legítimas diferencias, nuestras lecturas diferentes sobre el proceso social que ha sacudido a nuestra sociedad, y concordar elementos mínimos para avanzar juntos en el proceso constituyente. Primero, debemos lograr que, comunicacionalmente, el electorado sépalo que estará́ en juego en la papeleta de abril. Son varios conceptos nuevos, son escasos los minutos de prensa con los que contamos, y nuestra división solamente entorpece el esclarecimiento de la decisión que debe tomar la gente. Segundo, debemos movilizar a la gente para que vote y defienda los votos en la jornada del plebiscito. Debemos respetar y defender los votos de quienes opten por ir más lejos y marcar su voto, por una autentica Asamblea Constituyente. Nadie debe estar excluido. Tercero, debemos pensar más allá́ de nuestros propios partidos, y abrir puertas a las distintas expresiones que se han auto-organizado en este proceso de movilización: organizaciones sociales, ciudadanas, asambleas territoriales. No pueden quedar fueras de ninguna instancia, y si el sistema político, que precisamente queremos cambiar, no reconoce su existencia y rol, nosotros sí debemos hacerlo.
Por todo lo anterior es que les propongo que los actuales cuatro comandos de la oposición nos reunamos y que, en concreto, conformemos comisiones conjuntas para trabajar las siguientes temáticas para el plebiscito del 26 de abril:
Una comisión programática, que genere contenidos que expliquen por qué́ una nueva Constitución es tan necesaria para un Chile más justo, democrático, desarrollado y sustentable.
Una comisión que produzca la franja de forma conjunta, y que sea la voz, no de los partidos, sino del mundo social y ciudadano que se ha movilizado en estos meses y años.
Una comisión de apoderados para defender los votos por el APRUEBO y por la Convención Constitucional, con y sin marcas por la AC.
Dicen que Buda decía que, una persona herida por una flecha debe primero que todo y con urgencia, curarse. Que nada saca, salvo su propia muerte, con preguntarse antes de donde vino la flecha, quien la lanzó y en que madera estaba tallado su astil.
Chile viene herido hace muchas décadas. Asumamos juntos el desafío de volver a ponerlo en pie. Juntos llegamos más lejos.