Por. ALEJANDRO TORRÚS.
El fascista italiano Stefano Delle Chiaie participó en acciones de guerra sucia en Italia, en la España franquista y en las dictaduras de Latinoamérica. «Se ha ido a la tumba sabiendo cosas de la matanza de Atocha», lamenta Enric Juliana. Soledad Gallego, directora de ‘El País’, fue la primera en demostrar con imágenes su presencia en España y recibió amenazas. «Infundía miedo con la mirada», dice la viuda de uno de sus compañeros.
Su nombre es prácticamente desconocido para la inmensa mayoría de la población. De hecho, el fallecimiento apenas tuvo eco en la prensa española. Sin embargo, luchadores antifranquistas leyeron la noticia con una leve sonrisa entre los labios. «Un hijo de puta menos», dijo un expreso político de la dictadura, que acto seguido celebraba haber sobrevivido al que, sin duda, podría haber sido su verdugo en la etapa final del régimen.
Como este hombre, muchos otros luchadores sonreirían en Italia, Venezuela, Argentina, Chile o Bolivia. Delle Chiaie había pasado por todos estos países y no precisamente de turismo. Un criminal al servicio de las dictaduras latinoamericanas de los años 70, como la de Pinochet en Chile o Videla en Argentina; de la Policía franquista de Conesa o Billy el Niño; de los servicios secretos de Carrero Blanco; y, antes de todo esto, un terrorista italiano vinculado a las grandes matanzas y atentados que sufrió el país trasalpino entre finales de los 60 y mediados de los 70. Pero la sonrisa del militante antifranquista es amarga. «Otro que se va al otro barrio sin rendir cuentas y sin explicar todo lo que sabe», dice otro expreso. Y es que Delle Chiaie fue, sobre todo, un soldado al servicio del fascismo, que, en no pocas ocasiones, actuó al servicio de servicios secretos europeos, latinoamericanos y bajo el amparo de la CIA.
Teresa Rilo lo conoció bien. Coincidieron en multitud de cenas y eventos. Ella es la viuda del sicario francés de extrema derecha Jean Pierre Cherid, que estuvo a sueldo de las cloacas del Estado español para hacer lo que la Policía no podía hacer: guerra sucia. «Delle Chiaie era un hombre que infundía miedo. No por su aspecto, que era más bien repulsivo: de baja estatura, cargado de espaldas, cabello negro y ralo, y los ojos saltones. Su fuerza radicaba en su voz opaca y áspera, capaz de provocar un estremecimiento aunque estuviera regalando un halago. La firmeza con la que pronunciaba las palabras podría haber bastado para que un ejército de mil hombres le hubiera obedecido sin rechistar. Su carisma era lo que me asustaba. En Madrid vivía como un rey y contaba con la protección, e incluso la admiración, de los gerifaltes políticos de la época. Decía mi marido que había tenido hilo directo con el mismísimo Carrero Blanco».
De hecho, tal y como escribe el historiador Eduardo González Calleja, Delle Chiaie se entrevistó con Carrero Blanco entre finales de 1972 e inicios de 1973, con el fin de concertar una audiencia con el mismo Franco, quien autorizó a los italianos a desarrollar labores políticas en el país. El 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe de Estado de Pinochet en Chile, Delle Chiaie volvió a reunirse con el vicepresidente del gobierno español.
Les acompañaría Borghese, acusado en Italia de planificar un golpe de Estado que fue cancelado a última hora en diciembre de 1970. Los dos italianos se comprometieron a colaborar con el Servicio Central de Documentación de la Presidencia del Gobierno (SECED), que les proporcionaría protección e infraestructura. Era el inicio de una bonita amistad a la que se sumaría el Partido Español Nacional Socialista (PENS) creado a fines de 1969 bajo los auspicios de los servicios secretos de Carrero Blanco y el enigmático Servicio de Coordinación, Organización y Enñace (SCOE), grupo policial paralelo afincado en la Dirección General de Seguridad franquista que estaba dirigido por Roberto Conesa y su mano derecha, Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño.
La viuda Teresa Rilo estaba, por tanto, en lo cierto. Su testimonio lo escribió en la obra Cherid, un sicario en las cloacas del Estado, que firma conjuntamente con la periodista Ana María Pascual y que fue publicado en abril de 2019. Rilo pensaba que su marido y el resto de sus ‘amigos’ trabajan junto a la Policía. Y eso no podía ser malo. Pero se equivocaba. Podía ser terrorífico. De hecho, era lo más parecido a una película de terror, odio y muerte. El testimonio de Rilo sitúa a Delle Chiaie en España desde, aproximadamente, 1970. El fascista italiano era reclamado por las autoridades italianas por su posible participación en el golpe de Estado fallido de 1970 en Italia protagonizado por el mencionado Borghese. También, entre otros, por el atentado de Piazza Fontana en 1969, donde murieron 17 personas. Era el líder y fundador, además, de la organización Avanguardia Nazionale tras una escisión del Movimiento Social Italiano. Pero las autoridades españolas le dieron cobijo. Su trabajo era realizar operaciones provocativas al servicio de varias facciones extremistas del régimen franquista. La primera vez que hubo evidencia documental e incontestable de la presencia de Delle Chiaie actuando en territorio español fue en los sucesos de Montejurra. Era el 6 de mayo de 1976 y se celebraba la primera concentración masiva de los carlistas con Franco muerto. Los carlistas, cuyo legítimo heredero era Carlos Hugo Borbón-Parma, habían girado hacía posiciones socialistas y junto al PCE, entre otros, participaba de la Junta Democrática. Carlos Hugo era una opción diferente para una futura monarquía parlamentaria sin el rey Juan Carlos, heredero de Franco. Acudieron al monte 10.000 simpatizantes de Carlos Hugo. Por contra, su hermano menor, Sixto, rechazaba los postulados socialistas, se mantenía en el tradicional Dios, patria, rey y aquel día fue a Montejurra acompañado de los ultraderechistas con la inestimable ayuda de un sector de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, que, por ejemplo, reservaron la habitación de hotel donde se quedaron los fascistas. El grupo había viajado un día antes que el resto. Había tomado posiciones y cuando llegó el momento dado provocaron los enfrentamientos con los partidarios de Carlos Hugo. Pero la situación se fue de las manos. Uno de ellos sacó una pistola y disparó. Murieron dos simpatizantes de Carlos Hugo.
«Detrás de Montejurra estaban los servicios secretos españoles de la época. Hay quien afirma, incluso, que también estaba la mano de Manuel Fraga, que en aquel momento era el ministro de Gobernación. Lo que sí queda claro es que la intención de aquel ataque era eliminar al carlismo como una posible opción de futuro. Lo que transmitió aquel suceso a la ciudadanía española es que el carlismo era un avispero, con facciones enfrentadas que se matan a tiros. Recordaba demasiado a la Guerra Civil», explica a Público el periodista y director adjunto de La Vanguardia Enric Juliana. La Justicia, de hecho, nunca inició una investigación rigurosa, los únicos tres detenidos fueron puestos en libertad meses después con la Ley de Amnistía de 1977 y el ministro Manuel Fraga se limitó a señalar que se trataba de una fatídica lucha fratricida. Sin embargo, algo salió mal. Hubo fotos que mostraban al grupo de los agresores. También muchas voces que comenzaron a señalar la presencia de italianos y argentinos fascistas en el grupo de Sixto. La periodista de Cuadernos para el Dialogo entonces y directora de El País en la actualidad Soledad Gallego comenzó junto a José Luis Martínez una investigación para averiguar si eran ciertos estos rumores. «Nos fuimos a Pamplona a investigar el asunto. Conseguimos una fuente que nos dijo que algunos de ellos tenían relación con una pizzería de Madrid que se llamaba L´appuntamento.
Así que volvimos a Madrid y alquilamos una habitación en una pensión que había frente a la pizzería, muy cerca de Plaza de España. Pusimos una cámara en el balcón y fotografiamos a todo el que entraba y salía. Después, fuimos a Roma y un periodista italiano, de la revista Panorama, nos confirmó que, entre ellos, estaba Delle Chiaie y otros muchos fascistas italianos que supuestamente estaban huidos y en paradero desconocido. Es decir, la Policía española decía que no sabía dónde estaban pero nosotros los fotografiamos entrando y saliendo tranquilamente de una pizzería que estaba en el centro de Madrid. Es evidente que debían tener protección. Al día siguiente de publicar la información, la pizzería se cerró. Nunca más abrió», recuerda Soledad Gallego para Público. «Una parte de la Policía protegía a estos fascistas, mientras que otra parte se ofrecía a protegernos de los mismos», señala Soledad Gallego
La investigación de Gallego y Martínez tuvo dos consecuencias. Una, el Ministerio de Gobernación les ofreció escolta policial por las amenazas recibidas por un grupo de fascistas italianos «muy peligrosos» y cuya amenaza era creíble para la Policía. Los periodistas la rechazaron. «Una parte de la Policía protegía a estos fascistas italianos, mientras que otra parte se ofrecía a protegernos de los fascistas italianos», detalla Gallego. La segunda consecuencia fue el fin de la verdadera casa de los fascistas italianos en Madrid. La pizzería L’ appuntamento era el centro de la vida de los fascistas italianos y ahora había quedado al descubierto gracias al trabajo de Martínez y Gallego.
Una pizzería, centro de oscuros negocios
Teresa Rilo habla largo y tendido de las reuniones y encuentros que se producían en esta pizzería, el hogar «de una gran familia donde mandaba el capo Delle Chiae». Explica que el objetivo del negocio era «blanquear el dinero que se obtenía por la venta de armas o por cualquier otra actividad ilícita» llevada a cabo por los hombres del italiano, al que describe «como líder indiscutible de la Internacional Negra», es decir, de la Internacional fascista, una «amplia red de terroristas fascistas» que cooperan entre sí por un objetivo común: acabar con el comunismo y que celebró al menos una cumbre en Barcelona. Por aquella pizzería, además, Teresa Rilo vio desfilar y mantener encuentros a los policías Roberto Conesa y su mano derecha Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño. También a Isidro y José Luis, dos abogados de Fuerza Nueva; y al líder de los Guerrilleros de Cristo Rey, Mariano Sánchez-Covisa.
Los contactos y conexiones de Delle Chiae con policías españoles, como Conesa o Billy el Niño son de sobra conocidos. Los confirman periodistas como Enric Juliana, Gregorio Morán o Ana María Pascual. También los ojos de Teresa Rilo. «Se ha ido a la tumba sabiendo cosas de la matanza de Atocha. Ha quedado para la historia que el atentado lo organizó un grupo ultra vinculado al sindicato de Transportes, pero puede que tuviese algo más», subraya el periodista Enric Juliana. La también periodista e investigadora Ana María Pascual va un poco más lejos. Afirma que Carlos Cicuttini, un fascista italiano del equipo de Delle Chiaie, fue el cuarto pistolero del salvaje atentado contra los abogados laboralistas. «Se conoce su participación directa en el atentado por un informe de los servicios secretos italianos filtrado a la prensa en 1990».
Lo que Delle Chiaie sabía o no sabía de la matanza de Atocha, no obstante, se lo ha llevado a la tumba. Antes, había soltado alguna pista. En 1987, cuando estaba detenido en Bolonia, afirmó a El País que la matanza de los abogados laboralistas fue instigada por determinados sectores de la policía española que frecuentaban la pizzería L´appuntamento, una acusación que implicaba a Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, y a Conesa. Pero, misteriosamente, nadie en España abrió una investigación para indagar qué sabía y qué no sabía este terrorista italiano sobre las cloacas españolas. «Trabajaron mucho juntos. Billy el Niño y Conesa tenían vínculos con este grupo de italianos y tenían una vida muy agitada por la noche en clubs de alterne», apunta Gregorio Morán, que señala que poco después de los atentados de Atocha los italianos comienzan a abandonar España. Ya no era segura para ellos. Otros sectores de la Policía querían poner punto y final a esta infame historia.
El abrazo con Pinochet
Pero a Delle Chiaie y al resto de fascistas italianos nunca les faltó trabajo. En los días posteriores al funeral de Franco el italiano tuvo oportunidad de encontrarse con el dictador chileno Augusto Pinochet, que había acudido al mismo. El encuentro ha sido recogido por el Doctor en Historia Mario Amorós, que acaba de publicar la biografía más completa del dictador chileno. Se vieron en el Hotel Ritz de Madrid. Un año antes se habían visto en Santiago de Chile. «Según la declaración a la justicia italiana de Vincenzo Vinciguerra, miembro también de Avanguardia Nazionale, Pinochet saludó a Delle Chiaie con un abrazo y estas palabras: ‘El viejo no se nos quiso morir'», escribe Amorós. Se referían a Bernardo Leighton, opositor al régimen y miembro del Partido Demócrata Cristiano, que fue ametrallado por fascistas italianos en Roma.
Así, con España en plena transición hacia la democracia, Delle Chiaie y los suyos continuaron trabajando para las dictaduras del Cono Sur. A veces, incluso antes de que se diera el golpe de Estado, para crear las condiciones de violencia propicias para imponer una dictadura. Eran los años del Plan Cóndor, responsables de seis servicios policiales de dictaduras sudamericanas (Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil) acordaron colaborar con el objetivo último de eliminar actividades subversivas en la zona. Es decir, acabar con toda oposición. «De este modo se practicaron numerosas detenciones y traslados ilegales, amén de no pocos atentados», describe González Calleja. Todo ello con el apoyo de la CIA, tal y como se pudo comprobar tras la desclasificación de documentos de la agencia norteamericana en noviembre del año 2000. Después de Chile, llegaría Argentina, también a Bolivia. Pero las dictaduras fueron acabando y se iban acabando los lugares donde huir.
«A comienzo de la década de los 80, en el periodo de crisis de las dictaduras del Cono Sur, la actividad política de los neofascistas italianos sufrió un proceso de inversión hacia la delincuencia común. Un ejemplo elocuente lo representa Delle Chiaie, que según algunas fuentes actuó como intermediario entre la mafia siciliana y los productores de cocaína de Bolivia», prosigue González. En este país, Delle Chiaie obtuvo un papel importante como ‘consejero’ político del dictador Luis García Meza. De hecho, él y sus hombres formaron ‘Los novios de la muerte’, una formación paramilitar dependiente del Ministerio del Interior e influida por el criminal de guerra nazi Klaus Barbie. El grupo, además de para el Gobierno, también trabajó para el narco Roberto Suárez, descrito como el rey de la coca.
Pero la dictadura boliviana también cayó. Delle Chiaie buscó refugio en Venezuela. Después en Miami y, de allí, en Caracas. Y siguió viajando. La Policía italiana le seguía los talones por múltiples atentados en Italia en la década de los 60. Finalmente, el 27 de marzo de 1987 fue detenido en la capital venezolana. «Fue una agente de Policía quien lo inmovilizó con una llave y detuvo. Después de toda una vida considerando a las mujeres como poco más que un florero, la Policía consiguió pararle los pies gracias a una mujer», detalla Ana María Pascual. Pero no sirvió para mucho. Tras dos años en prisión preventiva y nueve procesos judiciales en su contra, Delle Chiaie quedó en libertad el 20 de febrero de 1989. Constituyó la Lega Nazional Popolare, que fue disuelta poco después tras su fracaso electoral.
Un producto de la Guerra Fría y de los restos del fascismo
Delle Chiaie y el resto de neofascistas italianos, no se pueden entender sin comprender el contexto histórico, el agitado panorama político en Italia.
Por una parte, una República italiana asentada sobre la base del antifascismo y con una izquierda socialista y comunista fuerte con posibilidades de ganar las elecciones. Ante esta situación, una parte de los servicios secretos con el apoyo de la CIA conspiraron para sembrar el terror y realizar atentados de ‘falsa bandera’ para atribuirlos a la extrema izquierda. Un informe del Congreso americano reveló que 100 millones de dólares de la época fueron para apoyar a la Democracia Cristiana italiana, pero también a los servicios secretos, cuyos jefes mantenían lazos con el neofascismo. «Tampoco hay que perder de vista la importancia de las Brigadas Rojas, un grupo de actividad terrorista de extrema izquierda», matiza Juliana.
Por otro lado, está el factor de la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo. Fue en este contexto internacional en el que estos grupúsculos fascistas entraron en comunión con servicios secretos de países occidentales, algunos democráticos, como Italia, y otros bajo dictaduras de extrema derecha, como España o Portugal, dictaduras latinoamericanas y la ayuda exterior de secciones de la CIA. El origen de este extraño matrimonio de servicios secretos, CIA y grupos fascistas se pueden situar en la conocida como Operación Gladio, que tal y como explica Juliana, era una red secreta que trabajaba bajo la hipótesis continúa de que los comunistas preparan un golpe en los países de Occidente para hacerse con el poder. «La red debía servir de apoyo para luchar contra el comunismo y dar respuesta en caso de amenaza o golpe. Y hay serias sospechas de que Delle Chiaie formaba parte de esta red», explica el director adjunto de La Vanguardia.
La red Gladio, según relata González Calleja en su investigación, había sido creada oficialmente en noviembre de 1956 bajo el doble patronazgo de la OTAN y la CIA. Su objetivo era estar preparados para una eventual invasión de la URSS a los países occidentales, pero con la estabilización de la Guerra Fría en los 60 desvió sus objetivos al entorpecimiento de la actividad política legal de los partidos comunistas y a apoyar las tramas del terrorismo neofascista con la aquiescencia o tolerancia de algunas agencias estatales de seguridad. La red fue disuelta el 23 de noviembre de 1990 tras la caída del comunismo. Pero, antes, en 1970 la doctrina del Estado Mayor americano ya reflejaba en el Field Manual la prescripción de intervenciones clandestinas en países extranjeros, a través de atentados que debían atribuirse a grupos izquierdistas con el objetivo de «desestabilizar para estabilizar».
Así, es en el marco de esta red Gladio con países que no estaban en la OTAN, como España, donde cabe encuadrar los encuentros de Delle Chiaie con Carrero Blanco en España. Pero estos y otros muchos asuntos están todavía por investigar a la espera de que España abra, como ya ha hecho Estados Unidos, sus archivos para los investigadores. Delle Chiaie, sin embargo, murió a los 82 años. Murió de viejo. Nunca tuvo que dar explicaciones por su papel en España. Por su papel en Latinoamerica. Por el dolor. Por el terror. «Me dio rabia enterarme de su muerte. Una vez más constatamos que el muro de impunidad levantado en la transición deja impunes a criminales repugnantes como este.