Autor: Sebastián Minay y Juan Paulo Iglesias.
En los ’70 fue enlace entre el Cardenal Silva Henríquez y Pinochet. Le contaba casi todo a la embajada de EE.UU., que cableaba sus despachos a Washington. En los ’90 fue el intermediario en el secuestro de Cristián Edwards. En paralelo fue tejiendo una red de contactos e influencia que envolvió a empresarios, políticos y hombres públicos que lo recuerdan más como un ejecutivo con talento innato para los negocios antes que como un sacerdote.
No era doble, sino triple vida. Además de la sorpresa de la que aún dicen no salir sus cercanos y amigos -tras enterarse de los abusos sexuales que mantuvo oculto en vida, conocido gracias a las denuncias recién validadas por la Compañía de Jesús- durante sus 85 años en esta tierra Renato Poblete Barth tejió una red de contactos e influencias en las más altas capas del poder. Empresarios, políticos y hombres públicos que hoy, junto con el impacto de enterarse de su otra cara, reflexionan y lo recuerdan no tanto como un sacerdote, sino como un hombre de negocios innato y un político con talento.
Una de las primeras pistas en la línea de tiempo quedó consignada en abril de 1974, cuando la Junta Militar llevaba siete meses en el poder. Entonces, la embajada estadounidense en Santiago envió un par de cables -hoy desclasificados- al entonces Secretario de Estado de Richard Nixon, Henry Kissinger, en los que queda claro que Poblete era su informante. Los mantenía al tanto, con detalles, de los encuentros entre el cardenal Raúl Silva Henríquez y Augusto Pinochet. Por mandato del purpurado, además, Poblete se reunía por su cuenta con otros mandos militares. Sobre la mesa estaba el conflicto por los crímenes de derechos humanos.
“El reverendo Renato Poblete ha dicho a nuestro agregado de prensa que el cardenal Silva ha sostenido una cena de tres horas con el presidente de la Junta, general Augusto Pinochet, el 28 de marzo. Pinochet lo invitó después que a último minuto cancelara una cena a la que estaban convocados Poblete, el ministro de Economía, Fernando Léniz, y el asesor económico Carlos Massad. Poblete había organizado la cena por intermedio de economistas civiles, para tratar problemas de derechos humanos y otros asuntos relacionados”, parte contando el primer cable. Agrega que “esa cena se canceló en la mañana del día 28, argumentando un malestar de salud de la Sra. Pinochet, pero más tarde, ese mismo día, el edecán de Pinochet llamó al cardenal para invitarlo solamente a él”.
“Según Poblete”, sigue el texto, “la cena fue altamente positiva y le dio al cardenal la oportunidad de tratar una amplia gama de problemas, incluyendo el asunto de los derechos humanos. El cardenal le dijo a Pinochet que los arrestos y torturas continuaban, pese a que Pinochet sostuvo categóricamente que ha ordenado que cesen las torturas. El cardenal enfatizó que la Iglesia Católica no se mantendría en silencio mucho tiempo más si tal situación continúa”.
En la misma cena reportada por el Poblete, Silva Henríquez manifestó su preocupación por el ex canciller y líder de la Unidad Popular, Clodomiro Almeyda y que “Poblete expresó su esperanza en que Almeyda fuera finalmente liberado”. El despacho -que reitera que “las impresiones del cardenal son transmitidas por Poblete”– describe también que “un día después de la cena, Pinochet llamó a Léniz para agradecerle por haber ayudado a organizar el encuentro, el que describió como ‘muy útil’ y elogió al cardenal como un ‘verdadero patriota’. Léniz deslizó halagos a Poblete, que es amigo cercano suyo. Poblete añadió que Léniz ahora le reporta más directamente a Pinochet que al almirante Merino, que es el miembro de la Junta encargado del área económica, la suya”.
Otro cable, fechado un año después, en abril de 1975, cuenta que el día 7 de ese mes, “el sacerdote jesuita Renato Poblete -cercano al cardenal Silva- y que visitó Washington en enero, le contó al embajador de una reunión que había sostenido ese día con el integrante de la Junta, el general (Gustavo) Leigh. Dijo que Leigh le había contado que hacia el 8 de abril anunciaría una nueva ley de seguridad nacional y cambios en el área de los derechos humanos. Poblete tiene la impresión de que esos cambios incluirán modificaciones en el Estado de Sitio y el traspaso de algunas causas desde la justicia militar a la civil”. En ese mismo cable, la embajada en Santiago relata que Poblete tenía llegada con casi toda la Junta. Les contó además que a comienzos de ese mes “había pasado una hora y media con el comandante en jefe de la Armada y miembro de la Junta, el almirante Merino”, discutiendo también acerca de los crímenes contra los derechos humanos.
“Me tocó actuar mucho en la época del régimen militar”, diría 25 años más tarde a Revista Caras, en 1999. “El cardenal Silva me asignó una tareas de conversaciones permanentes con el general Jorge Court para promover las primeras reuniones entre el entonces arzobispo de Santiago y el general Pinochet. La idea era temperar excesos que se estaban cometiendo”.
Poblete además relató esa vez que “en las reuniones con Pinochet uno podía darse cuenta de las muchas cosas que el general no sabía, porque aunque él decía que no se movía una hoja sin que él lo supiera, se movían algunas hojas, y la misión de la Iglesia era mostrarle cuáles hojas se estaban cayendo”.
Un maletín con US$1 millón
Un poco más conocido es el rol que tuvo Poblete como intermediario entre la familia de Agustín Edwards y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez durante el secuestro de Cristián Edwards, descrito hace décadas por Ascanio Cavallo en la Historia Oculta de la Transición. A sugerencia de un ex agente del servicio de inteligencia británico MI6, la familia escogió a alguien que mediara, y éste resultó ser el cura. Le avisaron a los secuestradores publicando en una portada de El Mercurio una foto del jefe del clan con el sacerdote. Fue una negociación larga, llena de mensajes de ida y vuelta. De recados y pruebas de que Edwards estaba vivo, en instrucciones por teléfono. Para comunicarse comenzaron a usar el código de publicar un aviso en el diario de “compro íconos veda” acompañado de un “pago al contado” y la cifra ofertada para el rescate. Poblete incluso recibió llamadas telefónicas de -contra todo pronóstico- reales interesados en piezas tan raras.
Fue un tira y afloja. Los frentistas calificaban las ofertas como “miserables”. Poblete contaría después que “la Malú (Del Río, madre de Cristián Edwards) pedía subir la cantidad. Yo creo que ella hubiera pagado al tiro”. Después intentó convencer a los captores que Edwards estaba “quebrado” Al final, él mismo -acompañado del chofer de Edwards- se subió a un auto con un maletín lleno de billetes de cien dólares hasta completar US$1 millón. Al segundo intento, y luego de disfrazarse con gorros y poleras compradas en el camino, entregó el rescate que permitió la liberación. “Fue una obra mínima de caridad, de servicio al prójimo”, relató a Caras en enero de 1994.
En ese tiempo, el gobierno de Patricio Aylwin había creado el Consejo Coordinador de Seguridad Pública, para hacer frente y desarticular a los remanentes del FPMR y otros movimientos armados antipinochetistas. Más conocida como “La Oficina”, ahí estaban el hoy diputado PS Marcelo Schilling y el ex diputado y ministro DC Jorge Burgos. Encima estaba el entonces subsecretario del Interior, Belisario Velasco.
“Mi recuerdo es que cumplió ese rol a cabalidad y rigurosamente. Intermediar con un grupo terrorista nunca deja de ser peligroso”, rememora Burgos. “Hasta donde sé, lo hizo bien”, dice Velasco. “En ese tiempo estaba La Oficina, con el Peta (Mario) Fernández, Jorge Burgos y Marcelo Schilling, y Poblete estuvo a la altura. Pero en lo demás, ¿para qué le voy a decir lo que pienso? Lo mismo que todo el mundo: que era un gallo malvado, no uno enfermo. Era gente mala”, agrega.
En ese grupo recuerdan que Poblete ya era famoso por su don con los negocios y el dinero, gracias a su habilidad como recaudador de fondos para el Hogar de Cristo. Tanto, que bromeaban con que “este cura se va a quedar con la mitad del millón de dólares para el Hogar de Cristo y se va a joder al Frente”, recuerda uno de ellos.
“Si no fueras cura, habrías sido ejecutivo de la IBM”
Su manejo con las finanzas y su roce con ese mundo lo marcó. Sergio Bitar, ex senador y ex ministro PPD, cuenta que “no éramos amigos, pero sí teníamos un relación fluida”, y que “era un tipo al que le tenía aprecio, porque veía en él a un ejecutivo que resolvía problemas, que hacía grandes gestiones”. Tanto, recuerda, que “más de una vez le eché la talla de que si no fueras cura, habrías sido ejecutivo de la IBM“. “No era como tener una relación con un cura, sino que con un gran ejecutivo”, remarca.
¿Cuándo comienzan a germinar esos nexos? Son tan antiguos que casi no quedan sobrevivientes. Puede haber sido en la década del ’60, cuando Poblete era profesor de Sociología en la Universidad Católica, época en que dirigía el Centro de Sociología de la Religión, o Centro Bellarmino. Ahí confluían jóvenes demócrata cristianos, pero también -recuerdan ex estudiantes suyos- elementos cercanos a la Teología de la Liberación. “Poblete tuvo un rol en la expulsión de ese segundo grupo. Era muy decé, muy freísta”, recuerda uno de ellos.
Amigos, muy amigos suyos en la DC fueron José Piñera Carvallo, que le heredó el nexo a su hijo Sebastián -el Presidente- y Magdalena. Poblete fue por años miembro del directorio de Fundación Futuro. También lo fue el ex ministro de Eduardo Frei Montalva, Edmundo Pérez Zujovic (asesinado en 1971), quien a su vez le legó esa amistad a su hijo, Edmundo Pérez Yoma. En el círculo de este último están golpeados por las revelaciones sobre la doble vida de Poblete, y ha sido tema de conversación en los últimos días con otros veteranos de la política. También se contaba entre sus amistades el ex ministro Genaro Arriagada.
Uno de los lazos más longevos con la DC fue con el empresario e histórico financista de ese partido, Vicente Caruz. Éste era cercano al cardenal Silva Henríquez porque trabajaba con él en la Fundación Para el Desarrollo (más tarde llamada Fundación Emmanuel), ligada a la DC y la Iglesia, de la cual Poblete fue presidente. En los ’70, Caruz unió fuerzas con un sobrino del hoy cuestionado sacerdote, Maximiliano Poblete Álvarez. También hizo nexos por intermedio de la Unión Social de Empresarios Cristianos. A través del Hogar de Cristo también tenía línea directa con muchos hombres de negocios. En 1995 contaba -en un artículo de Qué Pasa– que, en un ejercicio que denominó “Universidad sobre Ruedas”, llevaba a conocer la pobreza en los barrios marginales de Santiago a varios empresarios, como Sergio de Castro, Carlos Cáceres, Guillermo Luksic, Bruno Phillipi, Hernán Somerville y José Yuraszeck. Para las Cenas Pan y Vino contó con consejos financieros, en los que tuvo como asesores a “Leonidas Vial, Jaboco Ergas, Álvaro Saieh, Marcos Cariola, Eugenio Mandiola, Jorge Carey, Víctor Toledo y Johnny Kulka”, contaba a Qué Pasa en 1994.
Carey contaría con ocasión del funeral de Poblete (2010) que éste también organizaba encuentros con hombres como Ramón Aboitiz, Roberto Angelini, Fernando Léniz y Pedro Pablo Díaz, entre otros. Su nexo con la familia Piñera es profundo, como lo contó esta semana la hermana del Mandatario. El Presidente se lo quiso llevar como capellán a La Moneda para su primer periodo de gobierno y lo consideraba “un santo”. Con sus antecesores hubo situaciones distintas. El Presidente Ricardo Lagos no tuvo un lazo especial con él, pero su entonces jefe de asesores del Segundo Piso, Ernesto Ottone, asistió algunas veces a encuentros reservados con Poblete y otros jesuitas. La Presidenta Michelle Bachelet lo condecoró el 2009 con el Premio Bicentenario. Esa vez dijo que se había “convertido en un chileno universal”. Cuando murió, Lagos dijo que “era un hombre ecuménico, de alcance universal”.
Unos pocos años antes, el 2004, el Senado hizo una excepción y lo condecoró con la Orden al Mérito. En esa sesión, el entonces senador DC Gabriel Valdés decía que “el Padre Poblete es tan virtuoso como hábil, señor Presidente: si uno se descuida, le quita unos pesos del bolsillo para el Hogar de Cristo y después lo mira sonriente”.
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