20 años de Mohamed VI en el trono de Marruecos: de la apertura al estancamiento

Por Francisco Peregil/El País.

El desempeño del monarca Mohamed VI durante los últimos 20 años, tras ascender al trono el 30 de julio de 1999, cuando tenía 35, ofrece un amplio abanico de factores para analizar. Hay quienes contemplan su gestión como una historia de éxito, si se tiene en cuenta el entorno de un Sahel en combustión, una Argelia que no ha sabido aprovechar su riqueza energética, una Libia anclada en el caos y un Egipto más represivo que nunca. Esas voces ensalzan el afianzamiento de las relaciones con la Unión Europea, los derechos otorgados a las mujeres con el Código de Familia de 2004, las grandes obras de infraestructuras, el impulso a la industria del motor…

También hay quienes lamentan que los grandes problemas sigan sin resolverse: el conflicto del Sáhara Occidental continúa estancado, la relación del Estado con la región del Rif volvió a la vieja senda represiva, el pésimo nivel educativo sigue lastrando el progreso, la economía no termina de despegar y miles de jóvenes arriesgan sus vidas para cruzar el Estrecho.

Mohamed VI recibió una formación en árabe, francés, inglés y español. Se doctoró en Derecho Internacional en Niza. En cuanto ascendió al trono comenzó a destituir a altos cargos asociados con la política represiva de su padre, Hassan II. Y acogió en Marruecos a presos políticos que su antecesor había condenado al exilio. Era entonces cuando se le conocía como el rey de los pobres. De una apertura de reinado valiente, este país de 35,6 millones de habitantes ha transitado hacia el estancamiento. A continuación ofrecemos un repaso por los aspectos más ilustrativos de las dos décadas de Mohamed VI en el trono.

El Sáhara y el Rif, los grandes focos de protesta

Las viejas heridas del Rif se reabren. A Hassan II se le recuerda en el Rif como el gran represor. Además de aplastar de forma brutal las revueltas de 1958 y 1984, el padre de Mohamed VI nunca visitó la región como rey y la condenó a la pobreza más profunda. Su hijo, sin embargo, decidió emprender el primer viaje oficial a Alhucemas, en 1999. Y decidió pasar siempre unas semanas de vacaciones en la región. Para el periodo 2015-2019 promovió un plan de desarrollo llamado Alhucemas, faro del Mediterráneo que nunca llegó a completarse. Y el Rif siguió hundido en la pobreza. En octubre de 2016, la muerte de un vendedor de pescado triturado en un camión de basura cuando intentaba que no le confiscasen la mercancía, desencadenó un movimiento de protestas que reclamaba mejoras sociales y económicas para la región. Las manifestaciones terminaron al cabo de ocho meses con cientos de jóvenes rifeños en la cárcel. Otros tantos decidieron marcharse sin papeles hacia Europa.

Cientos de rifeños han sido amnistiados por el rey mediante una gracia real. No obstante, una veintena, los principales encausados, como Nasser Zafzafi, continúan cumpliendo penas de hasta 20 años de cárcel. Muchas voces han solicitado una gracia real con motivo del 20º aniversario de la llegada al trono este 30 de julio.

El conflicto del Sáhara, bloqueado. Marruecos destina al Sáhara Occidental —dentro y fuera del país— un gran despliegue diplomático y económico. A pesar de ese esfuerzo —o quizás gracias a él—, nada ha avanzado en la resolución del conflicto desde que en 1991 Rabat firmara la paz con el Frente Polisario. Tras 15 años de enfrentamiento armado, en 1991 se creó la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso). Sin embargo, la palabra referéndum cada vez aparece más difuminada en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Marruecos solo está dispuesto a conceder un régimen autonómico a sus “provincias del sur” y el Frente Polisario reclama un referéndum sobre la independencia. Debido en buena parte a ese conflicto, la frontera entre Marruecos y Argelia, principal aliado y protector del Frente Polisario, permanece cerrada desde 1994. El coste que esa medida acarrea para la economía de ambos países y de la región a nadie se le escapa. El proyecto iniciado en 1989 que pretendía impulsar un mercado común, con la Unión del Magreb Árabe, es hoy política ficción. En 2017, Rabat renunció a su política de “silla vacía” y regresó a la Unión Africana (UA), después de haberse ausentado durante varias décadas. La causa de su autoexclusión es que este organismo reconoció como miembro de pleno derecho a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Marruecos decidió a partir de 2017 intentar expulsarla desde el propio seno de la UA. “Cuando un cuerpo está enfermo es mejor curarlo en el interior que en el exterior del organismo”, escribió Mohamed VI en una carta al organismo.

Y la educación, el gran lastre. El Índice de Desarrollo Humano establecido por la ONU, (que evalúa, entre otros factores, los ingresos per cápita, la situación sanitaria y la educación), colocaba a Marruecos hace 20 años en el puesto 125. No ha progresado mucho. El año pasado se encontraba en el 123, detrás de Argelia (85) y Túnez (95). Incluso Libia, que ha retrocedido 26 puestos en cinco años, se encuentra por delante (108). Marruecos también se sitúa por detrás del Estado de Palestina (119).

En Marruecos, una de cada tres personas es analfabeta. La educación sigue siendo la gran asignatura pendiente del reinado junto al desempleo juvenil. El pasado 22 de julio el Parlamento aprobó un proyecto de ley marco sobre la enseñanza en el que el rey ha puesto gran empeño. La ley prevé la enseñanza de materias científicas en lenguas extranjeras en lugar del árabe. El anterior jefe del Gobierno, el islamista Abdelilá Benkirán, señaló que la ley contiene muchos puntos positivos, pero considera una “catástrofe” que se reemplace el árabe por el francés.

En agosto de 2009, el amigo del rey y su brazo derecho, Alí Fuad el Himma, fundó el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM). Pero nunca ha logrado desbancar a los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), que ganaron las legislativas de 2011 y 2016. Hoy, el PAM atraviesa su peor crisis de liderazgo. Las protestas de la Primavera Árabe, en 2011, forzaron a Mohamed VI a aprobar una nueva Constitución en la que el rey renunciaba a su carácter sagrado y se recortaban levemente sus potestades en favor del Gobierno y del Parlamento. En la práctica, el monarca sigue teniendo grandes poderes. Los ministros llamados de «soberanía», como el de Exteriores, Interior y Asuntos Religiosos, los designa el monarca. Su persona es “inviolable” y oficia como Comendador de Creyentes, máxima autoridad religiosa del país. En marzo de 2017 el rey destituyó al jefe del Gobierno, el islamista Abdelilá Benkirán, el político más carismático del país, después de cinco meses en que Benkirán no pudo formar un Gobierno de coalición. El desencanto de la población respecto a la política se traduce en el alto nivel de abstención en las legislativas, siempre superior a la mitad del censo, a pesar de que un 30% de la población en edad de votar ni siquiera está inscrita en las listas.

Ese descontento social también se expresó en 2018 con la campaña anónima gestada en las redes sociales contra tres marcas líderes en el mercado marroquí. El boicot se prolongó varios meses con gran aceptación entre los consumidores. Los jóvenes que no han conocido otro rey que Mohamed VI son los grandes damnificados en un país que no ofrece grandes expectativas de futuro.

El monarca lamentaba en un discurso en agosto de 2018: “No es razonable que de cada cuatro jóvenes, uno esté en el paro, a pesar del nivel de desarrollo económico que, por lo general, conoce Marruecos. (…) Muchos jóvenes, sobre todo con titulación superior, científicos y técnicos, se plantean emigrar al extranjero”. En 2018, la tasa oficial de paro fue del 9,8%. Pero entre los jóvenes de 15 a 24 años se elevó al 26% en un país de 35,6 millones de habitantes. Desde 2018, miles de jóvenes marroquíes han vuelto a arriesgar sus vidas en pateras como ya lo hicieron en 2001 y 2002. Una encuesta de la BBC efectuada entre 11 países de Medio Oriente y África del Norte revela que el 40% de los marroquíes desea emigrar. Es el porcentaje más elevado de los 11 países, junto con Jordania. Entre los adultos menores de 30 años el porcentaje de los que confiesan su deseo de emigrar es preocupante: el 70%. El Estado ha impuesto, a partir de septiembre, el retorno al servicio militar obligatorio, suspendido desde 2006.jiendo su red diplomática, religiosa y económica en el continente.

Corrupción.

En 20 años Marruecos solo ha ascendido dos puestos en el índice de corrupción elaborado por la organización Transparencia Internacional entre 180 países. En 1999 ocupaba el lugar 45 y el año pasado el 43. En el puesto de honor se encuentra Dinamarca y en el último Somalia. La lista se elabora en función de la percepción de corrupción del sector público que tienen los habitantes de cada nación.

Economía

Avances contra la pobreza ensombrecidos por la desigualdad.  En Marruecos hay cuatro millones de pobres, según el organismo oficial de estadísticas. La pobreza ha disminuido de forma considerable en las ciudades, pero persiste en el mundo rural, donde vive un tercio de la población. La ONG Oxfam señala sobre Marruecos en un informe del pasado abril: “En el curso de los últimos 20 años el crecimiento ha sido dinámico y el país ha logrado un éxito cierto en la reducción de la pobreza, que se sitúa en el 5% en la actualidad [mientras en 2001 era el triple]. Pero… “Ni el crecimiento continuo ni la reducción de pobreza han estado acompañados por la reducción de las desigualdades. Marruecos continúa siendo el país más desigual de África del Norte. (…)». Oxfam señala que el coeficiente de Gini, que mide las desigualdades a través de las concentraciones de renta, ha evolucionado muy poco desde 1985 a 2014. Y lamenta que el llamado «ascensor social» continúe averiado.El PIB per cápita de Marruecos en 2018 es de 2.786 euros, ligeramente inferior al de Túnez (2.918) y Argelia (3.620). Es casi diez veces menor que el de España (25.900 euros), según el Fondo Monetario Internacional. Algunos analistas suelen resumir estas cifras recordando que los marroquíes son diez veces más pobres que los españoles.Durante los últimos 20 años el PIB aumentó de media un 4%. Argelia creció en ese tiempo a un ritmo del 3,4%. Y España al 2,7%. Hace 20 años, el PIB de Marruecos era 15 veces inferior al de España, mientras ahora es 12 veces menor (100.382 euros frente a 1.208.248). España se ha convertido desde hace cinco años en su principal socio comercial, por delante de Francia. Las economías de Marruecos y España se han vuelto más interdependientes y complementarias.

Grandes infraestructuras. Este campo podría ser el gran éxito de los últimos 20 años. Mientras la obra emblemática de Hassan II fue la gran mezquita de Casablanca, construida en 1993, Mohamed VI inauguró en 2007 el puerto de Tanger Med, clave para el desarrollo del país. Mientras el padre casi nunca visitó Tánger, Mohamed VI ha convertido a esta ciudad histórica en el segundo polo económico del país. En 2016 puso en marcha la megaplanta solar Noor, una de las mayores del mundo.

En 2018 entró en funcionamiento el primer tren de alta velocidad en el norte de África. La distancia entre Tánger y Casablanca ha pasado de casi cinco horas a solo dos. Cuando el rey ascendió al trono había 400 kilómetros de autopistas construidos y ahora suman 1.800. Los últimos tramos fueron inaugurados en 2016.

La Electrificación y el acceso al agua potable, casi completados. En 1995 el Estado lanzó un Plan de Electrificación Rural Global (Perg) con el que aspiraba a proporcionar luz eléctrica al 85% de las aldeas en 15 años. El objetivo se ha superado con creces. En aquella época solo el 18% de las zonas rurales disponía de electricidad. Desde 2017 ya cuenta con corriente eléctrica el 99,5% del país, según la Oficina Nacional de Electricidad y de Agua Potable (ONEE). Y en cuanto al agua potable, el acceso en el medio rural es ya del 97%.

Desarrollo de la industria del motor. El grupo Renault-Nissan inauguró en 2012 en Tánger una fábrica con una capacidad de producción de 400.000 vehículos. Y el pasado junio fue PSA, la alianza francesa Peugeot-Citroën, la que ponía en marcha en la ciudad de Kenitra, a media hora en coche desde Rabat, otra planta con capacidad para producir 200.000 vehículos a partir del año próximo. En apenas diez años, y gracias a la implantación de zonas francas cerca de sus zonas portuarias, Marruecos ha logrado situarse junto a Sudáfrica en el liderazgo continental de la construcción de coches. Expansión del turismo. A pesar de los atentados de Casablanca en 2003 (con 43 muertos), los de Marrakech en 2011 (17 fallecidos) y la decapitación de dos turistas nórdicas el año pasado, Marruecos ha consolidado una imagen de país seguro. Gracias a ella, el turismo supone la segunda fuente de ingresos del país detrás de la agricultura, con un 11% del PIB y 12 millones de visitantes extranjeros en 2018. De esos turistas, 5,6 millones son los llamados Marroquíes Residentes en el Exterior (MRE), fundamentales en la aportación de divisas, aunque no les está permitido participar en las elecciones. En 2006 los turistas extranjeros sobrepasaron por vez primera a los MRE.

La visión exterior

Islote de Perejil, la crisis más tensa. El 11 de julio de 2002 una docena de gendarmes marroquíes ocupó el islote de Perejil (conocido en Marruecos como Leila), un peñón deshabitado al oeste de Ceuta cuya soberanía española discute Marruecos. El 17 de julio, 28 soldados españoles desalojaron la roca sin que se registrara ningún herido. Ese fue el primer y más sonado resbalón diplomático de su reinado. La crisis entre los dos países se prolongó durante 15 meses bajo la presidencia del entonces presidente del Partido Popular, José María Aznar. El 30 de enero de 2003, España y Marruecos anunciaron el regreso de sus respectivos embajadores. En la resolución de la crisis fue necesaria la mediación del entonces secretario de Estado de EE UU, Colin Powell. Socio clave en la lucha contra el terrorismo. Marruecos se ha convertido en un socio clave para la Unión Europea -y sobre todo para España y Francia- en la lucha contra el terrorismo islamista. El país sufrió en carne propia los estragos del yihadismo en 2003, cuando fallecieron 43 personas en Casablanca en cinco atentados contra edificios occidentales y judíos. A partir de entonces, el Estado activó una gran estrategia no solo policial, sino preventiva en el plano religioso. Eso no evitó en 2011 otro atentado en Marraquech que causó 17 muertos. Y tampoco evitó que en diciembre del año pasado tres individuos de extracción social muy humilde, que habían jurado lealtad al Estado Islámico, degollaran a dos turistas escandinavas. No obstante, la policía muestra una enorme eficacia en la desactivación de células islamistas. En 2015 se creó un nuevo cuerpo policial, la Oficina Central de Investigación Judicial (BCIJ, por sus siglas en francés), que en menos de cuatro años ha desmantelado más de 60 células y ha enviado a prisión a cerca de mil islamistas, muchos de ellos vinculados al Estado Islámico. La buena noticia es esa eficacia. Y la mala es que el problema de fondo sigue ahí. Tras encarcelar a mil supuestos terroristas, no dejan de surgir células.

Tres días antes de celebrar el XX aniversario de la llegada al trono de Mohamed VI la agencia oficial MAP informaba de que la policía desmanteló en Tánger un célula ligada al Estado Islámico compuesta de cinco «radicales», de entre 24 y 36 años.

Rabat también se ha convertido en un socio vital respecto a Europa en el control de la emigración irregular. No obstante, a menudo se dispara el flujo de llegadas irregulares y eso hace levantar las sospechas sobre hasta qué punto Rabat utiliza ese factor como método de presión en sus negociaciones con Bruselas. Un alto cargo de la Administración marroquí negaba tal acusación hace dos año y preguntaba a su interlocutor: “¿Usted conoce algún país en el mundo que intente retener a los emigrantes, como hacemos nosotros, en vez de facilitarles la salida?». Marruecos impulsó en 2014 la primera regularización masiva de emigrantes efectuada en África. Y en 2016 impulsó una segunda oleada. Las autoridades aseguran que en total han regularizado a unos 50.000 emigrantes. Es cierto que muchos de ellos siguen aspirando a cruzar el Estrecho, pero también otros tantos se han asentado en el país. En 2018 llegaron a España 65.325 inmigrantes sin papeles, más del doble que el año anterior. Es la cifra más alta desde que hay registros, según la Organización Internacional de Migraciones, que calcula que cerca de 800 personas murieron o desaparecieron en el Estrecho. El rey Felipe VI pidió a Mohamed VI, durante una visita el pasado febrero, que Marruecos vaya “más allá” en el control de los flujos. Y Marruecos ha logrado frenar las salidas en lo que va de año, sobre todo, de migrantes subsaharianos.

Medios de comunicación

Declive “alarmante” de la prensa independiente. En su informe de 2018 Reporteros sin Fronteras señala que en Marruecos existe desde hace décadas “la autocensura y las marcadas líneas rojas sobre el contenido informativo”, pero tacha de “alarmante” la situación actual por “la existencia casi nula de prensa independiente”. Añade que “el mismo silencio mediático que se impone al Sáhara Occidental” existe en la actualidad respecto del Rif. En su clasificación sobre libertad de prensa que examina 180 países, Marruecos ocupa el puesto 135, muy por detrás de Túnez (72) y delante de Argelia (141). La ONG cita varios casos de periodistas que sufrieron el año pasado condenas de cárcel. Y añade que aunque “el régimen de la monarquía alauí siempre ha ejercido un férreo control sobre lo que se publica o difunde (…), el impulso de las revueltas árabes ha tenido un efecto contrario en Marruecos”. Recuerda que algunos medios que nacieron con la llegada de Mohamed VI al trono “con una pretensión profesional mucho más crítica (…) han dejado de luchar por ese espacio de expresión y libertad”.En Marruecos es célebre el caso del director del medio digital en árabe Lakome, Ali Anouzla, quien en 2013 publicó un editorial titulado Absentismo real, en el que cuestionaba la estancia privada de diez semanas que el soberano disfrutó en Francia ese año. Meses después, Anouzla pasó varias semanas en prisión acusado de “apoyo material”, “apología” e “incitación” al terrorismo, por la publicación del enlace a un vídeo sobre Al Qaeda en el Magreb. Su caso aún está pendiente de sentencia. Anouzla fundó una segunda versión de Lakome, pero este sitio nunca ha alcanzado la influencia ni sentido crítico que tuvo en su día.

Durante sus frecuentes viajes al extranjero el rey suele prestarse a posar junto a admiradores marroquíes en fotos que después se difunden en redes sociales. Sin embargo, ha concedido muy pocas entrevistas. En 2001 concedió una al diario Le Figaro donde declaró: «En Marruecos nunca hemos ocultado el problema de la emigración». «Es un problema real. Lo que no aceptamos es que Madrid diga que todas las dificultades de España tienen su origen en Marruecos». La última de sus entrevistas la publicó EL PAÍS hace 14 años. Con motivo del décimo aniversario de su llegada al trono, el diario francés Le Monde encargó en 2009 una encuesta en colaboración con dos semanarios marroquíes, Tel Quel, la revista de mayor difusión, y Nichane, la segunda en árabe en aquel momento. Solo Le Monde llegó a publicarla, bajo el título de La encuesta prohibida. Mientras, Tel Quel tituló: El pueblo juzga a su rey.

Pero las dos publicaciones marroquíes fueron secuestradas por el Gobierno. El entonces ministro de comunicación, Khalid Naciri, declaró: «La monarquía no puede ser sometida a un sondeo, cualquiera que sea su resultado”. El 91% de los marroquíes hacía un balance positivo e incluso muy positivo de la década. Solo el 6% la tachó de negativa. No obstante, el 61% opinaba que la pobreza no se había recortado o incluso se había agravado.  En cuanto a la medida social de mayor calado progresista, el nuevo código de familia impulsado por el rey en 2004, la mitad de la población (49%) consideraba que otorga demasiados derechos a la mujer.

Libertades y derechos

Acogida de exiliados y destitución de la mano derecha de Hassan II. Tras llegar al trono, Mohamed VI solo tardó dos meses en permitir el regreso de uno de los exiliados más célebres, el opositor judío marroquí Abraham Serfaty, quien había pasado 17 años en las cárceles de Hassan II antes de que lo expulsaran del país. Mientras tanto, fue deshaciéndose de importantes cargos policiales vinculados a la política represiva de Hassan II. Y a los cuatro meses de ascender al trono destituyó a Dris Basri, el temible ministro del Interior durante los últimos 20 años de reinado de su padre.

Mohamed VI impulsó la creación de la Instancia Equidad y Reconciliación (IER), organismo que investigó durante dos años la represión perpetrada durante el reinado de su padre, Hassan II (1961-1999), periodo que coincide en buena parte con los llamados años del plomo. Hassan II negó en varias ocasiones que en su país hubiera presos políticos. Sin embargo, la Instancia Equidad y Reconciliación convocó a 200 de los presos más representativos y sus testimonios fueron difundidos por televisión. Aquel ejercicio de memoria y reparación a lo largo de dos años supuso un hecho inédito en el mundo árabe. Miles de víctimas fueron indemnizadas. Pero los torturadores nunca resultaron juzgados.

Un observador europeo que conoce el país desde el reinado de Hassan II y prefiere no revelar su nombre, señala: “Había que estar aquí en los ochenta y noventa para darse cuenta del valor que tuvieron muchas decisiones. De repente, Mohamed VI comenzó a llamar a personajes que estaban en el exilio, expulsados por su padre, y les concedió puestos de importancia. Al margen de que lo hiciera por un motivo de reivindicación personal ante la figura paterna, de sus acciones se desprende que tenía una visión moderna del Estado. Actuó con mucho vigor y valentía en los primeros años”.

Mohamed VI impulsó en 2003, y fue aprobado al año siguiente, el nuevo Código de Familia o Mudawana, que aportaba un gran avance en los derechos de las mujeres. El rey la impulsó a pesar de que una gran parte de la sociedad consideraba que las reformas iban contra el espíritu de la religión musulmana. Hasta entonces, la mujer necesitaba un tutor para casarse y después debía obediencia a su marido por ley. La edad mínima de casamiento pasó de los 15 a los 18 años. La poligamia siguió en vigor, pero solo se permite cuando la primera esposa la consiente. Las mujeres pudieron, desde 2004, solicitar el divorcio. No obstante, el matrimonio con niñas menores sigue celebrándose, especialmente en zonas rurales. Los artículos 20 y 21 del Código de Familia permiten a los jueces autorizar el matrimonio de menores, siempre que haya un examen médico y una investigación social. Esa medida, que debería aplicarse de forma excepcional, se ha convertido en el origen de miles de casamientos de menores. Además, las mujeres siguen sin disfrutar de los mismos derechos que el hombre para heredar, tal como sucede en el resto de países musulmanes.

Por otro lado, la homosexualidad está castigada con penas de cárcel. El sexo fuera del matrimonio sigue siendo ilegal. En 2018, más de 3.000 personas fueron procesadas por adulterio. Los hijos de las madres solteras -conocidos en la sociedad como “hijos del pecado”- no tienen los mismos derechos que el resto de ciudadanos. No pueden acceder, por ejemplo, a ninguna pensión ni herencia del padre biológico.

La Constitución de 2011 prohíbe la tortura en su artículo 22. Pero las organizaciones humanitarias internacionales siguen denunciando casos.

El monarca promovió en 2011 la creación del Consejo Nacional de Derechos del Hombre (CNDH), institución oficial cuya misión es promover y proteger los derechos humanos y que en España sería equivalente al Defensor del Pueblo.

La presidenta de este organismo, Amina Bouayach, declaró en una entrevista reciente a la agencia Efe que en Marruecos no hay presos políticos, «sino prisioneros que han sido arrestados por su participación en manifestaciones o en violencias producidas en esas manifestaciones». Respecto a la tortura, Bouayach afirmó que ya no se practica.

Human Rights Watch (HRW) sostiene en un informe de 2018 que tanto esta ONG como Amnistía Internacional pudieron efectuar sus investigaciones en Marruecos “relativamente sin restricciones” durante los 25 años previos a 2015. Ese año, Amnistía publicó un informe donde denunciaba 173 casos de torturas y malos tratos en los cuatro años anteriores. Las autoridades tacharon la investigación de parcial y lamentaron que la organización no tuviese en cuenta la “verdadera medida de los avances” en materia de derechos humanos. Así que cuando se produjeron cientos de detenciones y encarcelamientos tras las protestas de la región del Rif, ni HRW ni Amnistía Internacional pudieron trabajar sobre el terreno. Tampoco pudieron hacerlo en el Sáhara Occidental. La ONG más combativa y de mayor presencia en el país es la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). Su presidente, Aziz Rhali, estima que en 20 años se han registrado ciertos avances, sobre todo en la promulgación de leyes. Pero estima que sigue habiendo un déficit democrático y esos avances apenas se han notado sobre el terreno.

Esfera personal

Casamiento poco tradicional y divorcio. El hijo primogénito de Hassan II, miembro de la dinastía alauí que reina en Marruecos desde el siglo XVII, se casó en 2002 con “la perla radiante, la pura, la casta, la virtuosa y la noble Lalla Salma”, según rezaba el comunicado de la agencia oficial MAP. El rey celebró su matrimonio 48 horas después de la toma del islote de Perejil. Salma Benanni, su nombre de soltera antes de convertirse en Lalla [princesa, en árabe], tenía 24 años. Es hija de un profesor universitario y huérfana de madre desde los tres años. Fue primera de promoción en su carrera de ingeniera informática. Fue también la primera esposa de un rey de la dinastía alauita que aparecía en público y se le concedía el título de princesa. El miércoles 21 de marzo de 2018, día en que se cumplió el 16º aniversario del matrimonio, la revista Hola anunció el divorcio de la pareja. El Palacio Real no desmintió ni confirmó la noticia. El silencio del Palacio se rompió el sábado 20 de julio, cuando el abogado en París del monarca, Eric Dupond-Moretti, se dirigió en nombre de Salma y Mohamed VI a una revista francesa para desmentir una información en donde se afirmaba que el rey podía estar impidiendo a la princesa viajar con sus dos hijos al extranjero por temor a que huyese con ellos. Desde ese día, un medio muy próximo al Palacio Real como es Le360 menciona a Lalla Salma como “exesposa” del monarca. El primo del rey, exiliado. Mulay (título dado a los príncipes descendientes del Profeta) Hicham el Alauí (Rabat, 1964) es primo hermano del rey. Le apodaban El príncipe rojo. Desde 2001 empezó a criticar la gestión de Mohamed VI. Ese mismo año denunció estar harto de ser “escuchado y seguido” por los servicios secretos. Al año siguiente se marchó a Estados Unidos con su familia, donde reside en la actualidad como investigador asociado en la Universidad de Harvard. En 2018 declaró a un canal francés que había solicitado tres años atrás a Mohamed VI por escrito que le retirase el título de príncipe y de su rango como tercero en la línea de sucesión al trono. El monarca no le contestó.

Mohamed VI es el principal accionista de Siger (leído al revés sería Regis, que procede de la raíz latina rex, rey) el holding que controla el 30% de la economía del país, clave en todos los sectores estratégicos de Marruecos, desde la energía y los bancos hasta las grandes cadenas de supermercados.

En 2007 la revista Forbes situaba a Mohamed VI como el séptimo monarca más rico del mundo, con una fortuna de 1.775 millones de euros. En 2015 la cifraba en más del doble, 5.000 millones de euros. En sus primeros nueve años en el trono la fortuna del monarca se incrementó por cinco, desde 500 millones de dólares (443 millones de euros) a 2,5 millones (2,3 millones de euros), según la revista Tel Quel.