Por: Rafael Espíndola CH.
Las elecciones de Venezuela han conmocionado al mundo por su escandaloso fraude electoral perpetrado el 28 de julio donde, atropellando su propia constitución, Nicolás Maduro y sus cómplices relevaron a la instancia encargada de resolver los temas electorales (CNE) para exigir a jueces incondicionales y de su partido (TSJ) que fallen, sin pruebas, actas ni antecedentes, a favor del candidato que perdió las elecciones.
Esto trajo consigo represión, violación de los derechos humanos, muertos a causa de la represión y más de 120 menores de edad acusados de “terrorismo” por el solo hecho de manifestarse contra el fraude electoral.
En el norte de África, en Argelia, un aliado de Maduro también realiza un simulacro electoral para intentar mostrar unas elecciones que en realidad son un claro fraude electoral donde, sin garantías para los opositores, sino por el contrario, con represión y ningún respeto por leyes internacionales que deben registrar este tipo de procesos, da a conocer un resultado electoral que nos recuerda las elecciones en la Unión soviética y el ex campo socialista donde sus autoridades siempre eran electas con un resultado favorable al 90% de los votos y ya todos sabemos cómo eso termina a causa de su descomposición y corrupción.
En el caso de Argelia, Abdelmayid Tebuan, actual presidente, es reelecto con cerca del 95% de los votos. En los informes oficiales entregados por Argel se reconoce una participación del 23 % de los electores, señalando claramente que el 77 % de los inscritos ni siquiera fue a votar por falta de transparencia y garantías.
El candidato presidencial de fuerzas socialistas Yucef Auchich, al igual que el representante del islamista Movimiento por la Paz, Abdelali Hasani, no solo piden recuento de votos, sino que califican los resultados como una verdadera mascarada.
Lo ocurrido en Venezuela y Argelia no es casualidad pues, ambos líderes, comparten el mismos desprestigio a nivel internacional y han sido acusados de cometer crímenes de lesa humanidad y graves violaciones a los derechos humanos, además de amparar la corrupción de grupos paramilitares, como los que en moto reprimen a la oposición en Caracas y el frente Polisario que sobrevive en territorio de Argelia gracias al apoyo de su gobierno, el mismo que acaba de cometer este escandaloso fraude electoral.
Es muy delicado que la comunidad internacional no de mayor importancia a hechos tan graves como estos, limitándose a declaraciones que muy pronto se las lleva el viento, convirtiéndose de esta forma en cómplices de los delincuentes que habitan los palacios de gobierno en Caracas y Argel.
En Argelia estamos frente a una junta militar de gobierno que nada tiene que ver con los principios originales del FLN, donde no solo se reprime a los opositores, sino también a quienes con ellos y en el pasado dijeron compartir ideales. En Argelia a fundadores del FLN y los creadores del Polisario que, después de criticar a sus dirigentes, muchos han sido asesinados y otros pasaron largos periodos en la cárcel. En Venezuela las denuncias en contra de la corrupción y el fraude perpetrado por Maduro, expresadas por el propio partido comunista de ese país, es una clara fotografía de esta situación.
Claramente no son gobernantes motivados por ideales, sino por oscuros y bastardos interese personales, por los cuales han sido capaces de reprimir y asesinar a su propio pueblo, como demuestran los informes de importantes y prestigiadas organizaciones internacionales de los derechos humanos.
Es hora de que la comunidad internacional, antes estos verdaderos crímenes, deje de hacer solo declaraciones y proceda con acciones concretas en defensa de la democracia y los derechos humanos. No hacerlo, es ser cómplices de estos abusos, violaciones y delitos.