Carlos Alamo H.
En los años sesenta el escritor británico John Le Carre desarrollo un estilo nuevo en las novelas de espionaje y, para ello, contaba con experiencia personal como “agente de su majestad”. Su relato contrastaba con Ian Fleming, creador de James Bond. Los personajes de Le Carre, ambientados en la guerra fría, eran hombres y mujeres normales, donde “los servicios” se infiltraban a ambos lados del muro de Berlín. Es memorable el topo, que se adelanta en 10 años a un verdadero escándalo, cuando se descubre que el canciller de Alemania occidental tenía como su principal asesor a un espía de Alemania oriental, un topo de apellido Guillaume, quien llega a esa posición con acceso a los principales secretos de occidente después de demostrar durante 15 años que era un furibundo anticomunista. En el tribunal los alemanes vieron una nueva persona: un agente que no se arrepiente de lo que hizo sino, por el contrario, sentía orgullo de pertenecer a la Stassi. En el espía que regresa del frio Le Carre muestra como Occidente, a su vez, había infiltrado la Alemania comunista. En el lado occidental el agente comunista se declaraba “anticomunista. En el lado oriental el agente era el encargado de reprimir, precisamente, a los “mercenarios del imperialismo”. El objeto, en ambos casos, era “debilitar al enemigo”.
Y esto que tiene que ver con Chile, se preguntarán muchos, y la verdad es que aparentemente nada, pero sorprende que en la política chilena se repitan hechos y coincidencias dignas de Le Carre y de lo cual mucho saben algunos dirigentes de izquierda formados en “escuelas de cuadros” de Alemania oriental.
El senador Moreira, conocido y declarado pinochetista se distingue por hacer declaraciones furibundas en contra de la izquierda y aunque algunos lo consideran ignorante y estúpido, lo cierto es que concita apoyo en el pinochetismo duro que no llega al 1% en la población civil y una dictadura que podría extender su nicho de simpatía hasta un 10%, donde se incluyen algunos diputados. Ellos, como Moreira, ahora son parte de un gobierno que se declara de centro derecha, con un presidente que en el plebiscito de 1988 apoyó la opción NO y en agosto de 1980 concurre junto a su padre al teatro Caupolicán para escuchar a Eduardo Frei Montalva como llama a oponerse a la dictadura de Pinochet, cuestión que, a fin de cuentas, le costó la vida. En su primer gobierno Piñera clausuro el penal cordillera, ocasión en que “la familia militar” lo acuso de traidor.
Claramente el presidente, electo en 2018 con un sobregiro electoral superior al 20% que le aporta el cansancio ciudadano con la nueva mayoría, personas que no pertenecen a la derecha pero que buscan un lugar en los movimientos ciudadanos, donde los comunistas y otros aprendieron que es mejor no hablar como tales, mal que mal, Camila Vallejos encabezaba las marchas estudiantiles donde el grito unánime era EL PUEBLO UNIDO MARCHA SIN PARTIDOS. Estas movilizaciones eran transversales y participaban personas ajenas a la izquierda o derecha, la mayoría ni siquiera vota y cuando lo hacen es porque algo nuevo les atrae, lo que explica el sobregiro de Piñera, y eso la oposición lo sabe y como la derecha ahí no participa, trata de recuperar el espacio, donde las confusiones o extremos en la derecha le ayudan, y mucho.
El movimiento feminista 8M, convocó y tuvo éxito al reunir en Santiago, según carabineros, más de 190 mil personas. Antes que terminaran las marchas el senador Moreira se pone en la otra vereda y declara que en esta manifestación “participan personas de oposición y que esta manifestación no representa a la mayoría de los chilenos”. Regalándole a la izquierda la paternidad de un movimiento que, según sus organizadoras, fueron más de 300 mil, en circunstancias que si la oposición llamara a una marcha de este tipo, no reúne más de 10 mil personas, como demuestran llamados del 1 de Mayo.
En el gobierno, seguramente preocupados por la estupidez de Moreira y conscientes que entre las mujeres que desfilan también pueden haber partidarias de Piñera y miles de independientes, la intendenta Carla Rubilar sale a desmentir al senador bombero, pinochetista y evangélico diciendo: “las mujeres han dado el ejemplo, han marcado la historia, la marcha fue tremenda, pacífica y maravillosa, hoy día la noticia fuimos nosotras y ese es un triunfo gigante”. Por su parte el General Mauricio Rodríguez, Jefe de Carabineros, alabó el comportamiento de los manifestantes: “Quisiera felicitar a las personas que participaron en esta marcha, que ha sido ejemplar”, dijo, explicando además que en el resguardo de la marcha participaron 220 carabineros mujeres.
Entonces, ¿cuál es el rol de Moreira?, un ex alumno de Potsdam dice: No es solo ahora, Moreira también se declaró Pinochetista/piñerista, metiendo en el mismo saco al dictador con un presidente que estuvo por el NO, cerró el penal cordillera y es querellante en el crimen de Frei Montalva. Moreira, sin duda causa confusión, con sus declaraciones ayuda a la izquierda. Un caso reciente es cuando la sub secretaria de bienes nacionales abre las playas “porque son de todos los chilenos”, generando una simpatía transversal en el país, especialmente entre “los que no son dueños de fundos” o, como diría Pamela Giles, “los sin monea”, acercando con ello el gobierno a la gente y sectores populares, cuestión que se nota en los medios y refleja en las encuestas donde, por primera vez, ese ministerio aparece. En este escenario que se vuelve favorable al gobierno en medio de la crisis Catrillanca o parcela del sub secretario Ubilla, el senador Moreíra, desde una posición extrema, de nuevo crítica a los funcionarios de su (¿?) gobierno, llegando a decir que cuando el gobierno cumple la ley sobre playas, ríos y lagos se está “alentando la lucha de clases”.
Moreira contra marcha de las feministas, buscando cerrar cualquier dialogo con este importante movimiento; Moreira contra ministerio de Bienes naciones que dirige un ministro UDI que, con tema playas, acerca el gobierno a la gente; Moreira colocando en el mismo lugar y juntos a Pinochet con Piñera, sin duda es, por decir lo menos, extraño, si hasta el propio José Antonio Kast se desmarca de este tipo de personas que, con sus dichos y acciones “ayudan, precisamente, a quienes dicen combatir”. Alguien debe sonreír en Alexander Platz.
Y volvemos de nuevo a Le Carre y sus historias sobre topos, infiltrados, y oportunistas que, con tal de conseguir sus propósitos, a veces hacen pacto hasta con el diablo o ¿duermen con el enemigo? , ¿O ya no lo hizo Hitler con Stalin en 1939?
Habrá que estar atentos a Moreira que, al parecer, el sí sabe para quién trabaja.