Por: Diego Pérez de Castro.
Periodista, Magíster (c) en Comunicación Política y Asuntos Públicos
Una parte importante de Apruebo Dignidad quiere llevarse la pelota pa’ la casa, al igual como lo intentaron con la fallida Convención Constitucional, queriendo ahora apoderarse ideológicamente y hacer una conmemoración “partisana” de los 50 años del golpe. Ese sector aún no aprende ni aprenderá.
Recuerdo lo grabada que me quedó la palabra “negacionismo” en pleno estallido social cuando –durante el extinto matinal de Canal 13, “Bienvenidos”– Tonka Tomicic expulsó del set al abogado y reconocido colaborador de la dictadura militar, Hermógenes Pérez de Arce, por decir que en aquellos años (1973 a 1990) “no hubo violación sistemática a los derechos humanos”. Una declaración de ese tipo es ser “negacionista”, aunque tampoco fue tan sorpresivo que exista una minoría de personas que reniegue de las atrocidades cometidas por agentes del Estado, durante esos años oscuros, personajes a estas alturas que no validan las lapidarias cifras que se entregaron a principios de los 90 con el Informe Rettig y en 2004 con la Comisión Valech, que corroboraron la sistematización de las violaciones a los derechos humanos.
Aprovechando de surfear la ola ante declaraciones como las de Pérez de Arce, es que la izquierda más radical comenzó a articular proyectos de ley que sancionen con cárcel al negacionismo, moción que fue finalmente presentada el pasado 31 de mayo de este año por un grupo de parlamentarios.
En Alemania, declaraciones como las del abogado seguramente serían penadas, ya que la norma actual expresa que, si alguien llega a negar el genocidio nacionalsocialista, la justicia germana puede aplicar sanciones que van desde una multa a una pena privativa de libertad, de hasta cinco años.
Sin embargo, a raíz de la renuncia del delegado presidencial para la conmemoración de los 50 años del golpe, Patricio Fernández, quien fue acusado de negacionista por agrupaciones de DD.HH. y el Partido Comunista, el tema vuelve a surgir y de pasadita el proyecto de ley adquiere una preocupante connotación, pues uno se pregunta qué se entiende entonces por negacionismo.
A Fernández se le canceló y se le pidió que pusiera su renuncia a disposición del Presidente Boric solo por decir, durante una entrevista, que “la historia podrá seguir discutiendo por qué sucedió o cuáles fueron las razones o motivaciones para el golpe de Estado”, sin importarles a sus detractores que tras esa frase añadió que “lo que podríamos intentar acordar es que sucesos posteriores a ese golpe son inaceptables en cualquier pacto civilizatorio”.
Tras la renuncia de Fernández, la altura de miras que podría tener el proyecto de ley contra el negacionismo simplemente se chacreó, porque ¿el Partido Comunista va a pretender, acaso, que se sancione a todo aquel que en su visión sea un negacionista? Queda claro que la conmemoración de los 50 años va a tener una sola línea editorial, la que quiere imponer un solo sector político. Una parte importante de Apruebo Dignidad quiere llevarse la pelota pa’ la casa, al igual como lo intentaron con la fallida Convención Constitucional, queriendo ahora apoderarse ideológicamente y hacer una conmemoración “partisana” de los 50 años del golpe. Ese sector aún no aprende ni aprenderá, ni le sirvió de lección la dura derrota que le propinó la ciudadanía al rechazar su propuesta de Constitución partisana, en el plebiscito de salida del pasado 4 de septiembre de 2022.
Los horribles crímenes que ocurrieron tras el golpe de Estado son una parte importante del relato de la conmemoración de los 50 años del mismo. Sin embargo, la importancia de la fecha no puede dejar de llamar también a la reflexión y a recordar todos los antecedentes, junto a la situación que vivía el país durante ese año 73, que a otra parte importante de la población le interesaría que también se aborde.
A casi 50 años del quiebre de la democracia en el país, estamos cada vez más lejos de cumplir con las palabras y expectativas del ex Presidente Patricio Aylwin, cuando en su primer discurso tras el retorno a la democracia dijo con firmeza que Chile debía “restablecer un clima de respeto y de confianza entre la convivencia entre los chilenos, cualesquiera que sean sus creencias, ideas, actividades o condición social, sean civiles o militares, ¡sí, compatriotas, civiles o militares! ¡Chile es uno solo!”.