EL CONSUMO NO PUEDE SER RAZON DE EXISTIR

Dr. André Grimblatt Hinzpeter.                                                                   SCANNER INTERNACIONAL.

Al cumplirse dos meses y medio de confinamiento, surgen diversas reflexiones que, a fuerza de golpear continuamente el entendimiento, se transforman en temas absolutamente relevantes. Los individuos nos encontramos frente a nuestra propia naturaleza en situaciones en las cuales se combate por la vida, ya sea evitando la hambruna, el virus o la muerte. Y esa naturaleza no es el “omo economicus” que por tanto tiempo han promovido los seguidores de Smith a fines del siglo XVIII remaquillándose en Chicago durante la segunda mitad del siglo pasado.

No se debe olvidar que el liberalismo actual o el neoliberalismo se construye a partir de las teorías de Darwin en el sentido de que “en cada especie sobreviven los más fuertes” dándose como ejemplo que cuando los leones atacan a las gacelas, “pierden” las que corren menos y sirven de presa al león mientras que las otras, más fuertes, se salvan. Aplicado a la situación actual esto significa que no le correspondería al Estado tomar medidas para combatir la propagación del virus ni las tragedias que lo anterior implica, ni organizar la ayuda para aquellos que a causa de la pandemia dejaron de percibir, total o parcialmente, sus ingresos.

Según lo anterior, el rol del Estado es exclusivamente subsidiario como lo plantean los neoliberales, conocidos en nuestro país como los Chicago Boys. Pareciera tan aberrante, desde el punto de vista humano, que tendríamos tendencia a creer que no puede existir tanta barbaridad en momentos de tanta desgracia y, sin embargo, existe.

Esta teoría económica según sus fundadores y seguidores sigue el fundamento de la naturaleza humana, al tiempo que acusan otros pensamientos como el teocrático, el humanista o el materialista, entre otros, como “ideologías contrarias a la naturaleza” y, por consiguiente “nefastas”.

Sin embargo, la realidad ha mostrado lo contrario. Muy cara la demostración que la naturaleza ha provocado en estos últimos meses en la Tierra entera, aunque muy clara y sin equívoco; a tal punto que los gobiernos neoliberales que subsisten aún en este planeta se han ido transformando en payasos neo hilarantes que el mundo entero desdeña.

Es cierto que aquellos países en donde el Estado ha asumido, con mano más o menos fuerte, el control de la situación, tanto sanitaria como económica, han obtenido los mejores resultados, mientras que aquellos países que han privilegiado la economía no sólo se han encontrado llorando decenas de miles de muertos, al tiempo que no han logrado opacar el impacto del virus en los resultados económicos del último trimestre.

Es así como Estados Unidos ha conocido una recesión de su economía al menos similar al de la crisis de 1929, con una cesantía del orden del 20% y en constante incremento, a pesar de todos los esfuerzos de su gobierno por mantener en funcionamiento todo el aparato comercial como si fuera la primera prioridad del momento, marcado por la terrible crisis que estamos viviendo.

Esto lleva el debate a un plano humano, de la especie, de la comunidad de mujeres, hombres, niños y ancianos de la Tierra. El ser humano no puede ni debe ser reducido a la condición de consumidor cuyo rol sería el de pasarse la vida cotizando para consumir más y mejor, al tiempo que endeuda e hipoteca su futuro y el de su familia.

Muchos países han llevado esta crisis pensando en la salud de los ciudadanos y los resultados, aunque nunca óptimos, han mostrado serias diferencias alentadoras en relación con aquellos que pensaron y siguen pensando que los débiles deben perecer para dejar el lugar a los más fuertes.