Por: Dr. André Grimblatt Hinzpeter.
En estos difíciles momentos en los que, en el caso de Chile, la pandemia que afecta al mundo entero sucede a un impor tante estallido social que de alguna manera puso en jaque la continuidad de la coalición de gobierno, en la medida en que se produjo un serio quiebre entre los líderes oficialistas en torno al debate sobre una nueva constitución para Chile, entre otros temas.
Una de las características prioritarias de la gobernabilidad, tan herida en Chile durante el estallido social, es la credibilidad. Para gobernar es necesario y prioritario ser creíble y, en esta materia, es probable que el gobierno chileno tenga serias falencias que se suceden desde sus inicios con un marcado crecimiento exponencial desde el 18 de octubre hasta el momento presente y con serias perspectivas de seguir aumentando.
La credibilidad no es un valor cuantitativo ni absoluto. Es cualitativo y corresponde a una percepción en la población, que puede modificarse permanentemente en minutos. Las Ciencias de la Comunicación han estudiado de manera considerable, tanto de manera fundamental como aplicada, este concepto. Sólo por dar un par de ejemplos que ilustran de manera muy clara lo planteado, Ortega y Gasset planteo que “Sólo debe ser lo que puede ser y sólo puede ser lo que se mueve dentro de las condiciones de lo que es”. Por su parte, García Márquez agregó que: “uno no puede inventar o imaginar lo que le da la gana, porque corre el riesgo de decir mentiras” lo que en el discurso oficial de una Nación puede ser muy grave.
Sin ser un valor cuantitativo la credibilidad de un gobierno se puede medir, entre otros parámetros, a través del índice de aprobación que alcanza un gobierno o un mandatario según procedimientos estadísticos a partir de una encuesta que se aplica, con criterios rígidos, en un muestreo probalístico de la población adulta del país.
Si admitimos estos resultados como pertinentes, entonces la escasa aprobación que ha obtenido el gobierno de Sebastián Piñera indicaría que su credibilidad está “por los suelos”. Lo que no es de extrañar considerando serios y reiterados errores, entre los que no parecen destacar los que se denominan como las Piñericosas, ya sea el paseo en vísperas de un fin de semana por la Plaza Baquedano o los embarazos con tiempos superiores a 13 meses, por sólo citar las más recientes. Sin embargo, no hay duda que se destaca hechos comunicacionales muchísimo más graves y que han contribuido en destruir la credibilidad del equipo gobernante y, por ende, la gobernabilidad del país.
Un ejemplo de estos hechos es el recurso presentado por parlamentarios de la UDI ante el Tribunal Constitucional en relación con los presos condenados por delitos de lesa humanidad, ya que en el veto rectificatorio enviado por el Presidente al Congreso se excluyen de las medidas de arresto domiciliario a los convictos por delitos violentos, de violencia intrafamiliar y de delitos de lesa humanidad, que forman parte de los delitos violentos con el agravante de haber sido cometidos en nombre o con órdenes del Estado.
La presentación del recurso ante el Tribunal Constitucional obtuvo que se haya postergado las medidas que el Veto rectificatorio, una vez que fuera aprobado en el Congreso, planteaba para luchar contra la Pandemia, por razones exclusivamente partidistas en menoscabo de la unidad nacional en torno al Jefe de Estado, absolutamente necesaria para vencer el peor flagelo que haya conocido el país en los últimos cien años. En efecto, el veto favorecería a una pequeña parte de la población chilena; pero la acción realizada por un grupo de parlamentarios le dio un serio golpe más a la credibilidad del gobierno y por ende a la gobernabilidad del país; que se multiplicó luego del rechazo del recurso por el Tribunal Constitucional y el retiro de un segundo recurso que ya había sido introducido ante el mismo Tribunal. Lo anterior es sólo un ejemplo entre tantos que, por el espacio de esta columna, no se podría hacer más exhaustivo; sin embargo otro ejemplo muy representativo de lo que se ha planteado es el sumario administrativo realizado por Carabineros de Chile sobre los hechos que provocaron la ceguera total y definitiva del estudiante chileno Gustavo Gatica quien hubiera recibido perdigones en sus ojos. Según dicho informe “no se puede determinar el origen de los perdigones y podría ser producto de balines lanzados por los mismos manifestantes”. Es importante considerar que todo ciudadano es inocente hasta que no se haya demostrado su culpabilidad, lo que no permite acusar a efectivos de Carabineros sin disponer de las pruebas. Sin embargo, la afirmación del informe que descarta, en gran medida, la responsabilidad de la policía uniformada chilena y no deja dudas al respecto, no es creíble a los ojos del común de los mortales y obra más en el desprestigio de la institución que en su repintura de blasones que es, en la actualidad altamente necesaria.
La causa está, a su vez, en manos de otro poder del Estado, en este caso la Fiscalía, que sigue investigando y que se está aplicando en la recopilación de antecedentes, lo que, al parecer, no hubiera hecho Carabineros.
Esto último invalida los resultados del citado sumario, lo que hace un tremendo aporte a la desacreditación del Poder Ejecutivo de la Nación.
Esto último lleva a los días actuales que se está viviendo con la llegada a Chile del Corona Virus, denominado Covit-19. En efecto, a pesar de ser llevada la lucha para enfrentar el flagelo de manera bastante remarcable lo que ha llevado a Chile a ocupar un lugar importante en el podio de los países con mejores resultados en la defensa de la vida ante la acción del virus y la incansable labor de las autoridades del Poder Ejecutivo, las acciones realizadas despiertan serias críticas por parte de la población y de sus representantes, sean parlamentarios o edilicios, incluyendo a varios que se sitúan en el sector político favorable al gobierno.
El actual gobierno de Chile, a pesar de los esfuerzos extraordinarios realizados para proteger a la población de la pandemia y el país de la ruina; continúa con un porcentaje de apoyo de los más bajos que ha tenido un gobierno, aunque haya subido de algunos pares de puntos, además de un consenso en lo que se refiere a la crítica al actuar del gobierno frente a este mal.
Los resultados obtenidos, la serenidad con la que se han tomado las medidas pertinentes, las buenas perspectivas para una rápida recuperación de Chile, entre otros elementos, no han provocado un mayor acercamiento entre pueblo y gobierno y esto no es positivo en momentos de catástrofes. Chile es un país que sabe unirse en momentos difíciles. La historia lo demuestra. Sin embargo, esta vez no se dio y el incumplimiento de las medidas tomadas por una cantidad importante de ciudadanos prueba lo anterior.
La gobernabilidad es producto de la credibilidad y desde hace mucho tiempo, el grupo PENTA, Soquimich, el papel Confort, las AFP, el estallido social de octubre, la represión extremada durante los últimos meses, han ido corroyendo la credibilidad del mandatario y de sus ministros. No cabe duda de que el sumario hecho público por Carabineros sobre el joven Gatica, aparte de ser una vergüenza, no ayuda en nada a reconstruir un gobierno que antes de la pandemia colgaba de un hilito de tela de araña.