Juan C. Moraga D.
Sin duda, una de las grandes preocupaciones de sectores conscientes en diversas partes del mundo es el respeto a los derechos de las personas, independiente de su nacionalidad, sexo, religión o rango social, como asimismo la atención por el medio ambiente y sectores marginales o vulnerables. Claramente las recetas ideológicas del pasado ofreciendo un mundo mejor a la vuelta de la esquina han perdido vigencia y prestigio, dando ahora forma y espacio a nuevas expresiones en el plano político, social, religioso o cultural. En la actualidad no son los partidos políticos tradicionales quienes encarnan la lucha de miles de años por la justicia y la libertad, sino movimientos amplios que, sin estar adscritos a partidos que en el pasado se definían como de centro, izquierda o derecha, hoy son transversales y reúnen tras demandas concretas a los más amplios sectores de la sociedad, cuyo ejemplo europeo son las chaquetas amarillas de Francia y en nuestro continente las movilizaciones que reclaman salud, educación, derechos de la mujer, y respeto por minorías o pueblos originarios, entre otras, dejando cada vez más en el pasado a quienes tienden a ver todo con anteojeras ideológicas, tomando como dogma los escritos de Marx de hace menos de 2 siglos, en circunstancias que la bandera por la justicia y la libertad tiene miles de años. El ser revolucionario en el siglo XXI no pasa por gritar más fuerte o descalificar a quienes no piensan como ellos, sino ser consecuentes con principios que hace 2 mil años adelantó en una montaña el hijo de un carpintero, que resume la revolución francesa al grito de libertad, igualdad y fraternidad y que hoy se sigue gritando en las calles de 5 continentes, pero escuchado en muy pocas partes.
Cada día, de forma anónima y en un combate diario por la sobrevivencia, miles de hombres y mujeres convierten los dogmas en historia, tal como como lo fueron otros que, en su momento, se proclamaron eternos y ya ni siquiera son parte del recuerdo. Sin duda vivimos nuevos tiempos y el siglo XXI trae consigo nuevas banderas, diversos tipos de organización y actores impensados, donde adquiere importancia que quienes, ocupan posiciones de poder, tomen conciencia y escuchan lo que ocurre en las calles. En este rompimiento de paradigmas y el relevo de liderazgos, adquieren importancia los nuevos actores sociales y quienes, conscientes de lo ocurre afuera de los palacios y con influencia en el mundo social o religioso, abordan los temas reales de la gente, escenario donde el reciente encuentro de 2 líderes espirituales a nivel mundial, el Papa Francisco de los católicos y el rey Mohamed VI de Marruecos “Emir de los Creyentes”, tiene especial relevancia.
Aunque los órganos oficiales, tanto de Rabat como del vaticano, han puesto el acento en aspectos religiosos del encuentro, sin duda importante por su significado en forma y fondo, no es menor el compromiso de ambos líderes en el aspecto social, en cuyo contexto no es casual que Mohamed VI al dar la bienvenida a Francisco dice: “Hemos colocado la generosidad y la indulgencia en el centro de Nuestra acción; y puesto que Dios es Amor, Hemos intentado hacer de Nuestro reinado un testimonio de proximidad, especialmente para con los más pobres y más vulnerables” y agrega[u1] : “el espíritu de la Iniciativa Nacional para el Desarrollo Humano (INDH) que lanzamos hace 14 años, con el fin de mejorar la vida de las personas en situaciones de precariedad o fragilidad, integrando a los excluidos, dando un techo a los desamparados e infundiéndoles fe en un futuro digno”. Y termina mirando a Francisco para decirle: “En este sentido, seguimos con interés y consideración los esfuerzos desplegados por Vuestra Santidad al servicio de la paz mundial, así como vuestros continuos llamamientos a la educación, al diálogo, al cese de la violencia y a la lucha contra la pobreza, la corrupción, el cambio climático y otros males que gangrenan las sociedades”.
Las palabras del rey de Marruecos, claramente no estaban dirigidas solo al papa de Roma, sino a los líderes que en el mundo ni siquiera se atreven a mencionar justicia social, cambio climático, dialogo, la lucha contra la pobreza o la corrupción “y otros males que gangrenan las sociedades”.
Por su parte el jefe del estado vaticano junto con destacar este encuentro como “una oportunidad importante para promover el diálogo interreligioso y el conocimiento recíproco entre los fieles” de las dos religiones”, lo invita a “dar un nuevo impulso a la construcción de un mundo más solidario, más comprometido con el esfuerzo honesto, valiente e indispensable de un diálogo respetuoso de la riqueza y las especificidades de cada persona” y, poniéndose a la altura del rey sobre actualidad, entra de lleno al tema del cambio climático afirmando que : “La Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático “COP22” en Marrakech mostró una vez más la conciencia de muchas naciones sobre la necesidad de proteger el planeta, en un diálogo paciente, cauteloso, franco y sincero, que podemos esperar encontrar soluciones adecuadas, revertir la curva del calentamiento global y lograr erradicar la pobreza”.
Sin duda un tema preocupante en la actualidad son las migraciones. Mientras Trump plantea levantar muros, Francisco agradece a Marruecos la celebración de un encuentro mundial que busca convertirse en un Pacto Mundial por laMigración Segura y Ordenada, reclamando un cambio de disposición hacia los migrantes, que se les considere como personas, no como números. En este punto Francisco expresa el deseo de que “Marruecos continúe siendo, en la comunidad internacional, un ejemplo de humanidad para los migrantes y refugiados, para que ellos, tanto aquí como en el extranjero, puedan ser recibidos con humanidad y protegidos, que su situación pueda ser promovida y que se integren con dignidad”.
Francisco concluye que: “la consolidación de la paz verdadera requiere la búsqueda de la justicia social, esencial para corregir los desequilibrios económicos y los desórdenes políticos que siempre han sido los principales factores de tensión y amenaza para la paz entre toda la humanidad”.
Sin duda la visita del jefe de la Iglesia católica y del estado Vaticano a Rabat y sus coincidencias con Mohamed VI, Emir de los Creyentes, marcan un hito no solo a nivel religioso, importante por lo que significa este acercamiento entre el islam moderado y la Iglesia de Roma, sino también en el aspecto político a nivel mundial, donde el rey de Marruecos, especialmente en África, ha liderado una forma nueva, abierta e integradora de acercamientos para hacer política, permitiendo con ello grandes acuerdos entre países que hasta hace poco eran antagónicos y, en el plano interno, con reformas políticas que han logrado unir al conjunto del pueblo marroquí tras un liderazgo cercano a las personas, donde todos son parte de un proceso de cambios que les ha devuelto un papel digno en la sociedad que entre todos construyen. Sin duda, esto ha influido en gran medida en un hombre como Francisco, sensible por experiencia propia a temas sociales y derechos humanos para acercarse a Marruecos y valorar el coraje del rey Mohamed VI para impulsar y llevar adelante una verdadera revolución, sin abandonar nunca el humanismo y el respeto a las personas, cualquiera sea su origen, posición social, política o religiosa. Sin duda esta visita del Papa a Rabat es la demostración más clara sobre los nuevos liderazgos a nivel mundial, los verdaderos, los que se construyen con dialogo y acercamientos, sin agresiones y construyendo puentes en lugar de muros.